“¿Qué podrá dar un hombre para recobrar su vida?”
(Mateo 16,24-28)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
La respuesta inspirada de Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” y la respuesta de Jesús: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, “esto no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en los cielos«, es el conocimiento interior prometido por Dios para aquellos con quienes establece la nueva alianza: «todos me conocerán». Su Iglesia es el nuevo pueblo, con un mandamiento nuevo, con una doctrina nueva, llamada a crear hombres nuevos bajo la guía del Vicario de Cristo, el sucesor de Pedro.
Este texto es continuación del evangelio de ayer, donde presentaba la promesa a Pedro y el rechazo de Pedro. Hoy Jesús explica de manera amplia este tema capital. Porque aquí se encuentra el centro, la clave y el corazón mismo del Evangelio. En efecto, Jesús empieza diciendo que: “El que quiera venirse con migo”, tiene que “seguirle”, asumiendo su forma de vida y sus costumbres.
El Papa Francisco en su meditación de este pasaje nos invita a “Escuchar” a Jesús. Él es el salvador “seguidlo”. Escuchar a Cristo, en efecto, lleva a asumir la lógica de su misterio pascual, ponerse en camino con él para hacer de la propia vida un don de amor para los demás, en dócil obediencia a la voluntad de Dios, con una actitud de desapego de las cosas mundanas y de libertad interior. Es necesario, en otras palabras, estar dispuestos a “perder la propia vida”, entregándola a fin de que todos los hombres se salven, así, nos encontraremos en la felicidad eterna. El camino de Jesús nos lleva siempre a la felicidad, ¡no lo olviden! Habrá siempre una cruz en medio, pruebas, pero al final nos lleva siempre a la felicidad.
Caminando a su lado, nuestra suerte final será la condición gloriosa de Jesús; pero este segundo paso supone dar el primero, seguirlo, a poner nuestros pasos en sus huellas. A superar nuestro egoísmo, a tomar nuestra cruz y a dar la vida por su reino.
Oremos: Señor Jesús, ayúdanos a renunciar a nosotros mismo para tomar nuestra cruz y seguirte con amor. Amén.
Recordemos: “Si alguno quiere venir detrás de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”.
Actuemos: ¿Vivimos nuestra fe como una respuesta alegre, que nos permite renunciar a nosotros mismo para cumplir la voluntad de Dios?
Profundicemos: ¿Cuáles son nuestros criterios de acción en la vida? ¿Cómo iluminamos nuestras opciones y decisiones con los criterios del evangelio?