“El Verbo se hizo carne”
(Juan 1, 1-18)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
En el calendario cronológico del tiempo llegamos al final de un año más de nuestra vida y de nuestra existencia, sin embargo, en el gozo de la fe el tiempo es “Kairós”, es decir, salvación viva, dinámica y esperanzadora que nos acerca cada vez más al gozo de una eternidad sin fin, de ahí, que este día sea de acción de gracias en medio de tanto ruido ensordecedor y posibles encuentros fugaces que alegran el corazón por algunos días o instantes.
La celebración de los misterios de la encarnación del Hijo de Dios revela la experiencia de relación del hijo con la del del Verbo en el lenguaje joánico. Verbo que no es un acontecimiento aislado o trascendental en la historia de Salvación sino experiencia de comunidad que vincula; de hecho, al afirmar el autor sagrado que existía desde el principio vincula al Hijo con el Padre y el Espíritu en el don no sólo trinitario sino creador en quien todo acontece. La mayor expresión de este misterio de la comunidad vinculante es la luz, luz que disipa el caos y las tinieblas de la creación, luz que albergó la esperanza después de la muerte y se manifestó en la Resurrección, luz que condujo a los pastores y a los reyes a reconocerle como: “Yo soy la luz del mundo” (Jn 8, 12).
Reflexionemos: ¿Cuál experiencia de este año 2024 me mueve a dar gracias y privilegiar el don de la oración o de la Eucaristía para agradecer a Dios de corazón y a las personas que amo?
Oremos: Sagrada Familia de Nazareth, han pasado 365 días del año 2024. Gracias por toda luz que iluminó el camino, por toda oscuridad que mantuvo viva la esperanza aún en el dolor. Gracias por su cercanía en el don de la Palabra, en la Eucaristía, en mis seres queridos y en todos aquellos que fueron expresión viva del amor misericordioso de Dios. Amén.
Actuemos: La luz es una experiencia no solo física sino también existencial de la persona porque puede tener la luz de sus ojos y contemplar la claridad radiante del horizonte, pero su corazón puede estar envuelto en la sombra o la profundidad de la noche. Es preciso que la luz de la fe sea una experiencia personal para que acontezca como milagro en la existencia de cada persona, de lo contrario, solo será una narrativa de la luz que otros dan testimonio más no es palpable al corazón en sí de la persona.
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