“Mi paz les doy”
(Jn 14, 27-31a)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
En este día en que concluimos el mes de abril la liturgia de la Palabra vuelve a recordar el don propio con el que iniciamos el tiempo pascual y pronto concluiremos, el don de la paz. La paz había sido comunicada a los discípulos en el momento en que se encontraban con las puertas cerradas y con miedo por los acontecimientos que habían sucedido en Jerusalén, ahora la paz viene dada ante la inminente despedida y el dolor que causa la separación física entre los apóstoles y su Maestro, separación que en el corazón de los discípulos causa turbación, porque no entienden lo que realmente acontecerá. Así es el don de la paz, nos viene dado como regalo, como don, como gracia.
Para el mundo judío la paz “shalom” era el saludo con el que se deseaba todo bien y gracia, colmado de bendiciones, y en este contexto del capítulo 14 de San Juan donde Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida, Él mismo se presenta como la paz verdadera y auténtica. Así como a los discípulos la paz los restituye a la confianza, hoy también a nosotros la paz reestablece la serenidad, el gozo de lo que talvez las diversas circunstancias de la vida nos robaron o arrebataron en medio de las tormentas, porque cada vez que volvemos la mirada a Jesús nos es devuelta la paz interior.
Junto a esta experiencia de la paz, el Evangelio de este día acentúa un dinamismo de la vida cristiana, “para que cuando suceda crean”, talvez la falta de fe de nuestra parte, así como lo fue la duda de los discípulos para creer en el Resucitado, es lo que nos impide gozar del don de la paz, experimentarlo con toda certeza y hacerlo posible en un mundo que, como hemos visto en los acontecimientos históricos que vivimos, se empeña en sembrar el temor y el miedo, haciendo experimentar a la humanidad vientos de guerra.
Reflexionemos: Sobre las acciones concretas que en la realidad donde vivo y habito siembro para construir la paz, porque no es un deseo o sueño que queremos suceda para los pueblos que están en guerra, la paz es una actitud cotidiana que siembro, cultivo y cosecho aquí y ahora, solo así podré contribuir con gestos a la paz del mundo.
Oremos: Jesús Maestro Camino, Verdad y Vida que habitas en la íntima comunión del Padre, de quien procedes y del Espíritu de quien vienen dados los frutos y los dones, concede a mi vida el fruto de la paz, como experiencia de tu gracia, pero a la vez como compromiso de mi vida; “hazme instrumento de tu paz”. Amén.
Actuemos: La paz es como una semilla que se siembra, se cultiva, se riega y se cosecha como el fruto maduro. Que en el paso por este mudo sembremos semillas de paz.
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