Al ver la multitud, sintió compasión por ellos.
(Mateo 9, 35 – 10, 1. 6-8)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Como seres humanos somos limitados y nos necesitamos unos a otros para crecer y encontrarnos a nosotros mismos. En el texto de Mateo que hoy hemos escuchado, descubrimos como la salvación de Dios está abierta para todo el género humano: “Jesús recorría todas las ciudades y aldeas enseñando en las sinagogas de los judíos y proclamando la buena noticia del reino de Dios y curando toda clase de enfermedades y dolencias”. Y quizá al escuchar estas palabras podemos preguntarnos: ¿pero por qué si el Señor nos trajo la salvación, el mundo sigue envuelto en realidades de muerte, injusticias, maldad, desolación y dolor? Pero el problema no está en Dios, sino en nosotros sus hijos que aún no hemos comprendido que todos somos medio de salvación para el hermano; porque proclamar el Evangelio es ser solidarios, es servir de manera desinteresada y entender que cuanto hemos recibido es don del Señor, no somos dueños de nada, ni nadie está por encima del otro. Servir es amar, y amar es caminar en libertad.
Reflexionemos: Ninguno le puede ganar en generosidad a Dios. Él nos abre el corazón a la gratuidad y nos permite reconocerlo en tantas realidades que aunque nos parezcan adversas, Él está actuando.
Oremos: Señor, pon en mí un corazón compasivo, que pueda dar sin reparo amor, tiempo y perdón a aquella persona que por algún motivo me he alejado de ella. Amén
Recordemos: “Vayan y proclamen que ya llega el reinado de Dios. Curen enfermos, resuciten muertos, sanen leprosos, expulsen demonios. Gratis lo recibieron, denlo también gratis”.
Actuemos: Hoy seré más atento y cordial con las personas que están a mí lado y con mis compañeros de trabajo.
Profundicemos: “Él sana los corazones destrozados, venda sus heridas. Cuenta el número de las estrellas, a cada una la llama por su nombre” (sal. 146)
Te invitamos a profundizar La Palabra de Dios con el Misal popular .