“¡Animo, soy yo, no tengan miedo!” (Mt 14, 22)
Como los discípulos en alta mar, nuestra vida también es sacudida por olas contrarias que nos llenan de temor y roban la paz del corazón. Olas que llegan de manera inesperada y nos obligan muchas veces a cambiar de rumbo. En estos momentos es cuando más experimentamos la necesidad de Dios, pero los temores, la angustia o la desesperación frente a las dificultades que la vida nos presenta, al igual que los discípulos, no nos deja reconocer su presencia: “Viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma”. Ante este gran desafío cotidiano que vivimos y experimentamos como seres humanos, Jesús nos llama hoy a la confianza, nos toma de la mano como a Pedro y nos invita a caminar con la certeza que él nos sustenta y guía nuestros pasos a cada momento. Pidamos al Señor, en este día que aumente nuestra fe y nos ayude a superar de su mano, todos los retos y los desafíos que la realidad actual nos presenta, nos confronta y en momentos nos desanima. Así mismo, la capacidad de reconocer su presencia en medio de ellos: “¡Animo, soy yo, no tengan miedo!”
Reflexionemos:
¿Qué realidades actuales nos llevan a hundirnos y perder la fe?, ¿experimentamos la presencia de Dios en medio de ellas?
Oremos:
Tómanos de la mano, Señor, cada vez que los temores y los desafíos cotidianos nos hundan en el abismo de la angustia y la desesperanza. Ayúdanos a experimentar en estos momentos, tú presencia salvadora. Amén.
Recordemos:
Cuando abrimos con fe nuestra vida a Dios, él nos conduce y sustenta con su mano.
Actuemos:
Presentemos al Señor en esta jornada aquellas realidades de temor o angustia que no nos roban la paz.
Profundicemos:
La vida nos presenta grandes retos y desafíos que nos roban la fe y la esperanza. Pero cuando logramos reconocer en ellos la presencia de Dios, descubrimos lo mucho que tienen para enseñarnos (Libro: El poder de la adversidad).