María de Betania le unge los pies a Jesús
(Juan 12, 3)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Nos dice el Evangelio de Juan, que “Seis días antes de la Pascua Jesús fue a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Ofrecieron allí una cena en honor de Jesús. Martha servía la mesa, y Lázaro era uno de los comensales” (Jn 12,2). Es bonito descubrir los signos y sentimientos que brotan de éste texto, ellos nos hablan del servicio, la comunión, la generosidad, la gratitud, la intimidad, el reconocimiento, en fin, tantos gestos que hacen presentes el amor verdadero que se desborda de lo profundo del ser. En el gesto de María que humildemente se pone a los pies de Jesús en actitud de servicio: “sacó una libra de perfume de nardo genuino de gran precio y le ungió con él los pies a Jesús. Luego se los secó con sus cabellos” en preparación a su Pascua, se contrapone el reclamo egoísta y calculador de Judas que dijo: “¿Y por qué no vendieron ese perfume, que vale trescientos jornales, y dieron eso a los pobres?”. Una protesta basada en sus propios intereses. Pero Jesús interviene: “Déjala. Está bien que lo haya guardado para el día de mi sepultura; pues a los pobres siempre los tendrán con ustedes, pero a mí no siempre me tendrán”.
Reflexionemos: Lo propio del amor es la entrega, la donación total. ¿Se darme sin esperar recompensas? ¿Soy un ser auténticamente libre o como Judas, estoy reparando y reclamando lo que el otro quiere ser coartando su libertad?
Oremos: Señor, ayúdame a ser humilde para servir y generoso para amar. Amén.
Recordemos: Y la fragancia del perfume se esparció por toda la casa.
Actuemos: Desde mi compromiso cristiano buscaré extender el buen olor de Cristo entre mis hermano.
Profundicemos: “La entrega no se da al margen de otras formas de entrega, sino junto con ellas. La donación que procede de una profunda y amplia experiencia de Dios no juzga otras formas de darse, sino que se alegra por ellas y con ellas” (Javier Melloni)