29 de octubre

 “Amarás al Señor tu Dios y a tu prójimo como a ti mismo”

(Mt 22, 34-40)

 

La relación de Jesús con el judaísmo constituido por los saduceos y los fariseos, según el texto hoy proclamado, está marcada por esa constante relación de tensión en que muchas veces es colocada a prueba. Precisamente un maestro de la ley que lo llama Maestro, pregunta a Jesús por el mandamiento principal de la ley, el cual conocía muy bien y seguía al ritmo de la tradición.

Jesús conocedor de la ley le responde con la certeza de quien sabe: “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”, sin embargo, añade: “amaras a tu prójimo como a ti mismo”. En este segundo mandamiento radica la gran diferencia entre el mundo de la ley propuesto por el sistema judío de los saduceos y los fariseos y la propuesta de Jesús porque no basta saber de memoria la ley y cumplirla al pie de la letra porque la dimensión humana y la forma de encarnarla en las condiciones de cada hermano o hermana es lo que establecerá la diferencia entre el cumplimiento de la ley y la praxis de la ley desde el amor de la cruz.

Esta nueva dimensión transformó la condición de la ley antigua, en ella Jesús mismo se colocó como Maestro de la ley no tanto en la ley por la ley sino en el sentido del Maestro que da testimonio del amor como quien sirve, es el Maestro quien lavará los pies a sus discípulos, experiencia real y concreta del amor, de quien ama al prójimo como a sí mismo, de quien se abaja.

 

Reflexionemos: En la praxis de la vida cristiana de nuestro tiempo es posible que corramos el mismo riesgo del maestro de la ley, con precisión damos cuenta de la ley porque la sabemos, pero estemos lejos de la práctica de Jesús y su camino de discipulado, porque hemos olvidado el amor como verdadera praxis del amor a Dios.

 

Oremos: Jesús Maestro, Camino, Verdad y Vida, ayúdame a pasar del cumplimiento riguroso de mis prácticas de vida cristiana, al amor que se encarna y hace presente tus enseñanzas en el acoger y aceptar al otro sin medidas. Amén.

 

Actuemos: Me conformo con la experiencia del mandamiento desde la perspectiva: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente” o lo vivo en perspectiva: “Amarás al prójimo como a ti mismo”.

 

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