27 de febrero

“Dicen pero no hacen”

(Mt 23, 1-12)

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

En el Evangelio de hoy, San Mateo construye todo un discurso con dichos de Jesús, pronunciados en diversas ocasiones. Si bien Jesús critica a “los maestros de la ley y los fariseos”, no es a ellos a quienes habla directamente, sino “a la gente y a sus discípulos”. Pero a través de estos destinatarios originales, Mateo se dirige a un “ustedes”, tras el cual se oculta la comunidad cristiana, que debe revisarse en profundidad para no caer en los mismos vicios y defectos de quienes son vistos como adversarios.

Podemos distinguir dos partes en este pasaje: la acusación de los rabinos y fariseos como representantes del judaísmo y el comportamiento de los miembros de la comunidad eclesial, en discordancia con la conducta de los primeros. Jesús no niega la legitimidad de la enseñanza de los letrados y fariseos. Lo que es rechazable son sus obras porque “no hacen lo que dicen”. Su hipocresía se manifiesta en su inflexibilidad a la hora de exigir a otros el cumplimiento de normas y preceptos legales de los que ellos se eximen con facilidad.

Jesús desvela y confronta la hipocresía de muchos creyentes, para llamarlos a asumir un discipulado de palabras y de acciones, a ser servidores del Evangelio, no para ganar vanagloria o sentirse más, sino para sentirse llamados a la fraternidad y la solidaridad desde la humildad.

Es triste ver cómo el Evangelio no es anunciado como el don del conocimiento del Padre en el Hijo, precisamente como los escribas y fariseos, porque olvidamos la persona de Jesús, lo reducimos a una doctrina o a una moral imposible. Por ley ninguno puede amar y mucho menos a los enemigos. Solo el don del amor nos hace capaces de amar.

 

Reflexionemos: ¿De qué manera se puede constatar que más que estar atento al cumplimiento de leyes y preceptos, estamos abiertos a procesos de transformación personales y comunitarios?

 

Oremos: Señor Jesús, ayúdame para que mi principal preocupación sea corresponder a tu gran amor, para que día a día vaya creciendo en coherencia entre lo que predico y lo que hago. Ilumina mi oración, soy tuyo y por este amor quiero servir a los demás. Amén.

 

Actuemos:  Que nuestro testimonio de cristianos sea coherente entre lo que decimos y predicamos y lo que en realidad ponemos en práctica.

¿Qué nos falta y qué nos sobra como Iglesia para acercarnos más a ese ideal de servicio y fraternidad que Jesús nos propone en el evangelio de hoy?

 

Recordemos: “Uno solo es vuestro Padre.” ¿Qué imagen de Dios se refleja en este pasaje? ¿De qué manera determina esa imagen nuestra relación con él y con los demás?

 

Profundicemos: “No hacen lo que dicen”. ¿En qué sentido interpela tu coherencia de vida la crítica que Jesús hace a los escribas y fariseos?

 

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