“Vendrán de oriente y occidente y se sentaran a la mesa del reino de Dios”
(Lucas 13, 18-21)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Jesús va de camino hacia Jerusalén. Su marcha no es la de un peregrino que sube al templo para cumplir sus deberes religiosos. Según Lucas Jesús recorre ciudades y aldeas <<enseñando>>. Hay algo que necesita comunicar a aquellas gentes: Dios es un Padre bueno que ofrece la salvación. Todos están invitados a acoger su perdón. Entrar por la puerta estrecha es seguir a Jesús; aprender a vivir como él; tomar su cruz y confiar en su Padre, que lo ha resucitado. Lo que Jesús pide es un amor radical a Dios y al hermano. Por eso su llamada es fuente de exigencia, es una puerta siempre abierta. Nadie la puede cerrar. Solo nosotros si nos cerramos a su perdón.
Reflexionemos: ¿Estamos dispuestos a recorrer el camino estrecho y a vivir amando a nuestro prójimo para poder entrar en el reino de Dios?
Oremos: Jesús, el camino está claro, pero siento que me falta fuerza para realmente querer recorrer esa senda que lleva a tu Reino, cruzar esa puerta estrecha que implica negarme a mí mismo. Dame la luz para comprender que sólo hay ese camino por lo que debo convertirme en un instrumento dócil y confiado en tu voluntad.
Recordemos: «Señor, ¿son pocos los que se salvarán?» Él les dijo: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán.
Actuemos: Busquemos seguir el camino hacia la puerta estrecha, poniendo nuestra mejor voluntad y esfuerzo como Dios nos lo pide.
Profundicemos: ¿Tenemos conciencia de construir el Reino con nuestros comportamientos, nuestra mirada misericordiosa y nuestro compromiso con los hermanos?