26 de mayo

“Bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” 

(Mt 28, 16-20)

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

Hoy celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad y con ella, Dios nos dice que es nuestra fuente de vida e identidad cristiana, que Dios no es soledad, Dios es familia y en el corazón de Dios hay una comunidad que no destruye la unidad. Padre, Hijo y Espíritu Santo nos recuerdan que Dios es solo amor y amor comunicado, su gloria y su poder es solo amar. El Bautismo nos ha vinculado con este Dios y no con otro, nos vincula con la persona de Jesús nuestro salvador, quien nos ha redimido; sabemos que toda su obra procede del amor del Padre que crea y culmina con la efusión del Espíritu Santo que nos santifica; y es en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo que somos enviados a evangelizar, a extender su Reino que no tiene barreras.

 

Reflexionemos: Celebrando la solemnidad de la Santísima Trinidad recordamos nuestra fuente de vida, aquella que nos anima y recrea cotidianamente, comunión de vida en el amor.

 

Oremos: Santísima Trinidad, concédenos el regalo de conocerte, de saber que eres familia, que no estamos solos, que eres amor y comunicación. Amén.

 

Actuemos: Hoy me pregunto: ¿en el seno de mi familia, comunidad, trabajo, vivimos a ejemplo de la Santísima Trinidad?, ¿somos amor y comunicación, no obstante las fragilidades humanas?

 

Recordemos: “Sepan que yo estoy con ustedes todos los días, hasta el final de los tiempos”.

 

Profundicemos: En la solemnidad de hoy, Jesús propicia un encuentro con sus discípulos, les recuerda el bautismo y los envía a la misión haciéndoles una promesa: “Yo estoy con ustedes todos los días”.

 

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