“Esto es lo que quiere el Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en Él, tenga vida eterna”
(Juan 6, 35-40)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Participar del banquete Eucarístico es un don y una gracia, ya que es el mismo Dios que se entrega como alimento de comunión y vida nueva: “Yo soy el pan que da la vida: quien viene a mí no pasará hambre; quien cree en mí nunca tendrá sed”. Es el Señor quien sacia y da plenitud a nuestra existencia, Él, es el alimento que renueva nuestro ser. Es el maná que ha bajado del cielo, para alimentarnos no de manera efímera o pasajera, sino definitiva y auténtica, es de éste pan de donde brota la vida y debemos ser constantes en acudir a Él para alcanzar la vida eterna.
Reflexionemos: Sin Jesús no podemos saborear el don de Dios. ¿Qué importancia doy a la Eucaristía para alimentar mi crecimiento espiritual?
Oremos: Señor, aumenta mi fe para vivir unido a ti y no desviarme del camino que me conduce al cielo. Amén.
Recordemos: “A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño”.
Actuemos: Buscaré ser más constante en la participación del banquete eucarístico.
Profundicemos: «Al estar ante Jesús Eucaristía nos hacemos santos» y «cuanto más recibamos la Eucaristía, más nos haremos semejantes a Jesús, de modo que en la tierra tendremos un anticipo del Cielo». (Carlos Acutis)