“Quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”
(Mc 10, 13-16)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Jesús no quiere que el fundamento de los creyentes en su comunidad esté basado en la ley y la norma rígida, como hacen los escribas. Ni solo en la sacralidad religiosa como hacen los sacerdotes de su tiempo. Ni en el poder social controlado por los políticos del momento. Él, rompiendo con los esquemas religiosos y sociales vigentes, quiere basar su comunidad sobre la impotencia misma, sobre la fragilidad, sobre la fe, la confianza, sobre la gratuidad… esto es lo que representan los niños. Si nosotros los creyentes formamos un hogar así, una comunidad parroquial así, una sociedad así, esta será a la vez ámbito de vida, ancho espacio de entrega y generosidad, donde los niños puedan nacer, donde los débiles, los frágiles encuentren cuidado y amor para vivir.
Reflexionemos: ¿Qué significa un niño en mi vida, en mi familia?, ¿qué significaba para Jesús? El reto es grande, volverse pequeño, frágil, dependiente y confiado en el Padre Dios. Solo así haremos parte del Reino de Dios.
Oremos: Maestro bueno, convierte el corazón de piedra de los adultos que maltratan, violentan o esclavizan a los niños impidiéndoles vivir como lo que son. Amén.
Actuemos: En este día, sacaré tiempo para observar a los niños y para tener un gesto con ellos de ternura, de gratitud por todo lo que me enseñan sin saberlo.
Recordemos: “Dejen que los niños se acerquen a mí; no se lo impidan, pues de los que son como ellos es el Reino de Dios”.
Profundicemos: Un niño sano es dependencia, transparencia, autenticidad, confianza, espontaneidad, franqueza, ternura y fragilidad… ¿será que podemos ser como ellos para estar en el Reino de Dios?
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