23 de julio

“Déjenlos crecer juntos hasta la siega”

(Mt 13, 24-43)

 

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

La parábola del “trigo y la cizaña” se desarrolla en torno al fuerte contraste de dos realidades opuestas que, mediante una dinámica propia, conduce a la victoria final de aquello que había sido amenazado: el trigo y la cizaña pueden estar juntas durante mucho tiempo -aún con detrimento de la primera-, pero al final serán separadas.

La parábola nos enseña que aquí en la tierra todo se da mezclado: al lado de los buenos están los malos. Esta convivencia continuará, según dice el patrón de la parábola: “Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega” (13,30a). Pero esto no debe desanimar a los discípulos: de ninguna manera deberán ceder ante los ataques del mal, por el contrario tendrán que mantener una vigilancia activa y sostener un esfuerzo grande de evangelización. Dios es paciente y espera así como el patrón, Dios le da tiempo a cada persona para que recapacite, y con esta actitud estará esperando por su conversión hasta el final.

 

Reflexionemos: ¿Soy consciente de la oportunidad que tengo de decidir cuál camino coger?, ¿soy trigo o cizaña? Puede elegir un camino de conversión, todo depende de mis sueños más profundos de felicidad, que solo lo proporciona Dios.

 

Oremos: Señor Jesús, en mí esta las dos fuerzas del bien y del mal, dame la gracia y el don de sabiduría y discernimiento, para solo buscarte a ti y amando poder servir a las personas que más lo necesitan. Amén.

 

Actuemos: Buscaré hoy estar atento a mis emociones y buscaré la forma de salir de mi egoísmo para ayudar y acoger aquellas personas que ciento que no acepto.

 

Recordemos: Dios es paciente y siempre nos espera por eso crecen juntos el trigo y la cizaña, al final Dios dispone de nuestra vida. Así es el reino de Dios como el grano de mostaza, que se siembre y da un gran árbol donde se anidan las aves. Así debería ser nuestra vida frondosa.

 

Profundicemos: Tengamos en cuenta que hay un segundo motivo importante por el cual el patrón no permite que se arranque la cizaña. Lo sabemos todos por experiencia: nadie es completamente trigo (hay que escuchar a los santos: siempre se reconocen pecadores) ni completamente cizaña (no hay nadie que, por muy malo que sea, no tenga en el fondo un buen corazón). Por lo tanto, no hay que caer en la actitud equivocada de quien separa tajantemente el mundo de los buenos y el mundo de los malos. En cada persona hay un poco de todo. Más bien hay que examinarse continuamente y trabajar todos los días por la santidad. P. Fidel Oñoro

 

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