23 de agosto

“No todos pueden con eso, solo los que han recibido ese don”

(Mateo 19, 3 – 12 )

 

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

Hoy celebramos la fiesta litúrgica de Santa Rosa de Lima, patrona de América Latina y de las Filipinas. Con su vida y misión, nos enseña la importancia de la oración y la necesidad de hacer silencio interior para escuchar a Dios y a nosotros mismos.


El texto del evangelio nos presenta una controversia entre Jesús y los fariseos. Son ellos quienes suscitan esta circunstancia, formulando una pregunta para ponerlo a prueba: “¿Es lícito a uno despedir a su mujer por cualquier motivo? Jesús responde de una manera muy tajante y les cita el proyecto del Creador: “…por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne…”. Les deja claro que no es lícito despedir a la mujer. Lo suscitado en la controversia despierta curiosidad en sus discípulos y por tanto, también se manifiestan diciendo: “… ¡Si esa es la situación del hombre con la mujer, no trae cuanta casarse…! Jesús aprovecha la inquietud de sus discípulos para hacer una propuesta: una opción de vida por el Reino que se hace concreto en el amor y un amor que se hace compromiso y fidelidad.

 

Preguntémonos: ¿Cómo vivo las exigencias del amor en mi cotidianidad?, ¿Por qué una pareja llega al divorcio? El amor es algo que se cultiva todos los días. ¿De qué forma cultivamos nuestra relación con la pareja?

 

Oremos: Señor Jesús, te pido la gracia de tener un corazón abierto y dócil para escuchar tu Palabra, y acoger con humildad tu proyecto de vida sobre mi vida y la de mi familia. Amén.

 

Actuemos: Durante esta jornada sacaré un  momento personal y permitiré que resuene en mi corazón la oración del Profeta Samuel: “Habla Señor, que tu siervo escucha”.

 

Recordemos: “La vocación de la humanidad es manifestar la imagen de Dios y ser transformada a imagen del Hijo Único del Padre. Esta vocación reviste una forma personal, puesto que cada uno es llamado a entrar en la bienaventuranza divina; pero concierne también al conjunto de la comunidad humana” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1877 )

 

Profundicemos: Todos los bautizados estamos llamados a vivir una vocación específica y desde allí, nacer a una comunión eterna con el dador de la vida quien nos llama a cada instante.

 

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