“El hijo del hombre es señor del sábado”
(Mt 12,1-8)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
En el Evangelio los fariseos le reprochan a Jesús el que sus discípulos hacen cosas prohibidas realizar el sábado: “Mira, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado” (12,2). Ellos se refieren expresamente al “arrancar espigas y comerlas”. Pero la actitud de Jesús es de misericordia porque ellos tienen hambre.
Jesús, “Dios con nosotros”, es “mayor que el Templo” (12,6) y “Señor del Sábado” (12,8). Estas afirmaciones son sorprendentes. Para los fariseos suenan como blasfemia inaceptable. Y finaliza Jesús “Misericordia quiero, que no sacrificio”, introduce una nueva crítica de Jesús a la rigidez espiritual de los fariseos. Una de las “fatigas” (11,28) de la gente era el sentimiento de culpa por haber tenido que hacer algo urgente que remediara sus necesidades pasando por encima de las normas establecidas. Pasando incluso por el valor y el respeto a las personas.
Reflexionemos: ¿Cuáles son mis actitudes, rígidas, severas, que me impiden descubrir a Dios en cada persona?
Oremos: Señor, rompe mis cegueras, mis juicios, mis barreras que me impiden ser más humano y misericordioso con las personas que me rodean. Amén.
Actuemos: Rechazo, la crítica y las actitudes que frenan el acontecer de Dios en mi historia, en mi familia y en los grupos con los que me relaciono.
Profundicemos: Así, el Señor responde a los que lo acusaban de trabajar y de curar en sábado: «mi Padre está trabajando ahora, y yo también trabajo» Mostraba así que, en este mundo, no hay sábado en que Dios deje de velar por el mundo y por el destino del género humano… En su sabiduría creadora no deja de ejercer sobre sus criaturas su providencia y su benevolencia «hasta el fin del mundo». Pues el verdadero sábado donde Dios descansará de todos sus trabajos, será el mundo futuro, cuando «dolor, tristeza y gemidos desaparecerán”, y Dios lo será «todo en todos». Orígenes presbítero.