20 de Enero

«Los espíritus inmundos gritaban: “Tú eres el Hijo de Dios”, Él les prohibía que lo diesen a conocer».

(Marcos 3, 7-12)

La bondad y el poder sanador de Jesús atraían muchedumbres que de todas partes acudían a Él. Eran tantos los que se amotinaban en torno a Él, que todos los que sufrían alguna enfermedad querían tocarlo y hasta se le echaban encima  porque el contactó con El los sanaba.

También los espíritus inmundos  se postraban ante El gritando: Tú eres el Hijo de Dios: pero El les prohibía que lo diesen a conocer porque  no había llegado todavía la hora establecida por el Padre. Será reconocido como Hijo de Dios cuando entregue su vida por nosotros en la cruz; y era esto lo que el enemigo quería evitar a toda costa.

Una vez resucitado Jesús es el Señor y recibe del Padre todo poder en el cielo y en la tierra. Y derrama sobre nosotros el Espíritu Santo que nos participa su vida divina. En Jesús nosotros llegamos a ser lo que El es Hijos amados e Dios.

 

Reflexionemos:

¿Lo crees de todo corazón?  ¡Cristo habita en ti! ¿Lo has aceptado en tu vida y quieres que El viva en Ti?  ¿Qué esperas? 

 

Oremos:

Gracias Jesús porque eres nuestro hermano  y  nuestro salvador; ayúdanos a confiar en ti sin reservas y  a mantener abierto nuestro corazón a amor y tu misericordia. Amén.

 

Recordemos:

Toca con tu fe a Jesús hoy y permite a Él sanar esa área de tu vida que todavía te esclaviza, Él sólo quiere que tengas fe y te cobijes con su manto de misericordia.

 

Actuemos:

Cada día renuevo mi confianza para que cuando llegue las dificultades y sufrimientos mi corazón este firme en el Señor.

 

Profundicemos:

Quizás nos hallemos perdiendo tiempo y dinero buscando la solución donde no es. Jesús es el Médico por excelencia, por eso acerquémonos confiadamente, y con fe para alcanzar su favor. Él quiere sanarnos integralmente en nuestro cuerpo, alma y espíritu.

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