“Todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”
(Lc 18, 14)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Muchas veces creemos que por nuestras buenas acciones o por nuestra vida de fe somos mejores personas que los demás. Y caemos en la tentación de olvidarnos que el poco bien que realizamos es ante todo obra de Dios. Realidad que nos priva de reconocer nuestra propia pequeñez y nos lleva a refugiarnos en nuestra autosuficiencia, así como el fariseo del evangelio de hoy: “Oh Dios, te doy gracias de que no soy como los demás, ladrones, desleales, adúlteros; ni como ese recaudador”. Pidamos al Señor que en esta Cuaresma nos ayude a reconocer con sinceridad y humildad nuestros propios límites y fragilidades personales, pero muy especialmente nuestra gran necesidad de su misericordia y su perdón: “¡Oh Dios, ten compasión de este pecador!”.
Reflexionemos: ¿Qué realidades nos lleva a sentirnos mejores que los demás?, ¿somos capaces de reconocer nuestra pequeñez ante Dios?
Oremos: Perdónanos, Señor, por las veces en que nos creemos autosuficientes y superiores a los demás. Por nuestra falta de sencillez, humildad, compromiso y compasión. Amén.
Recordemos: La mejor manera de dejar obrar a Dios en nosotros es a través de la sencillez y la humildad.
Actuemos: Pidamos perdón al Señor en este día por las veces en que nos creemos superiores a los demás.
Profundicemos: Ser humildes y sencillos nos lleva a dar a Dios el primer lugar en nuestra vida (Libro: Cuando me enamoré te puse en primer lugar).