“Perdonen, y serán perdonado”
(Lc 6, 36-38)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
El Evangelio del día de hoy continúa estimulando la experiencia de la espiritualidad cuaresmal; un tiempo rico en actitudes de vida cristiana que, si se cultivan verdaderamente, harán nuevas muchas realidades de nuestra vida e iluminarán la existencia de muchas personas. La invitación de hoy está sintetizada en la palabra “misericordia”: “Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso”. Enseguida, se proclaman una serie de verbos que inmediatamente remiten a acciones concretas. “No juzguen y no serán juzgados”. Esta es una actitud asociada a los sentidos del ver y el hablar: los ojos ven y la palabra expresa; he allí, el cuidado, la misericordia; “no condenen y no serán condenados”. Esto es consecuencia de la actitud anterior, ya que como en un juicio judicial, la sentencia lleva a la condena e igual sucede en la práctica de la vida: los juicios llevan a la condenación; “perdonen y serán perdonados”. Esta es una actitud importante en este tiempo desde diversas experiencias, actitud determinante según la espiritualidad de la oración del Padre Nuestro. Es el perdón que nos ofrece Dios, que experimentamos en nuestra vida y que ofrecemos a los demás. Entonces, el perdón es un reflejo de la misericordia de Dios. “Den y se les dará”, porque los gestos de una auténtica vida cristiana nacen de pequeños detalles que se ofrecen en la vida cotidiana y el signo se hace evidente en el don de la promesa: “les verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midan se les medirá a ustedes”. De la generosidad con que se siembre, así mismo se cosechará. La misericordia es una de las bienaventuranzas que Jesús proclamó, siendo la expresión de un estilo de ley nueva y diferente. Desde los rasgos del seguimiento al Maestro, es una invitación a practicar un estilo de vida nuevo, que invita a que seamos más humanos y menos cumplidores de la ley; más cercanos y más fraternos.
Reflexionemos: Me pregunto, desde mi propia realidad, donde intento encarnar mi vida a ejemplo de Cristo, ¿qué rasgos de la misericordia puedo cultivar? ¿Estos rasgos los oriento a la luz de las actitudes que propone el Evangelio de hoy?
Oremos: Padre bueno, tú me invitas a amar con misericordia, a despojarme de mí mismo, de mis propios egoísmos para acoger a mi hermano con caridad. Concédeme la gracia de tu espíritu para que sea misericordioso con las personas con las que en mi vida cotidiana me relaciono. Amén.
Actuemos: La misericordia es expresión de la caridad. ¿Qué gesto de misericordia puedo encarnar en mi entorno familiar, laboral o académico?
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