17 de julio

“No he venido a sembrar paz, sino espada”

(Mt 10, 34-11,1)

 

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

El seguimiento de Jesús tiene sus consecuencias y se reflejan en el texto de Mateo 10,34-36, que se resumen en estas palabras: “Y enemigos de cada cual serán los que conviven con él” (10,36), nos muestran el costo de la radicalidad de la opción.

En la vida familiar, así como en muchos otros ámbitos de relación, se viven situaciones que se aceptan como normales, pero una vez que se ha conocido el evangelio de Jesús, éstas ya no pueden ser toleradas. Definitivamente el evangelio es un acontecimiento de vida que subvierte y transforma toda estructura social.

Jesús busca la totalidad en el discípulo-misionero “no es digno de mí” (se repite tres veces en este pasaje). De esta forma se vuelve a presentar la exigencia de romper con toda clase de seguridades, mientras que un nuevo horizonte se le abre a la vida del discípulo. Todo ello está simbolizado en el gesto de “tomar la cruz y seguir detrás de Él” (10,38), mediante el cual se deja de lado toda clase de intereses netamente personales para abrazar la Cruz como expresión de una vida toda ella entregada a la causa de Jesús.

 

Reflexionemos: Jesús va instruyendo a sus apóstoles en la radicalidad del Evangelio “El que no carga con su cruz y me sigue no es digno de  mi”. ¿Cómo está mi seguimiento a Jesús?, ¿Qué cosas aún me cuestan dejar?

 

Oremos: Señor, te pido fortaleza Espiritual, hay muchas cosas del mundo que me siguen atrapando y me siento débil, pero sé que tú me da la gracia para dejarlas y seguirte con alegría en el camino. Amén.

 

Actuemos: Sacar un tiempo de oración y en dialogo con Jesús revisar mi vida, para encontrar aquellos elementos que me impiden ser libre en el seguimiento de Jesús.

 

Recordemos: Jesús instruye a sus discípulos en el seguimiento, es claro y les pide renuncia, sacrifico y fidelidad “El que no cargue con su cruz y me sigue, no es digno de mí”. Es el precio de la auténtica felicidad, de una entrega absoluta que incluye el dar la vida.

 

Profundicemos: Seguir a Jesús comporta renunciar al mal, al egoísmo y elegir el bien, la verdad, la justicia, incluso cuando esto requiere sacrificio y renuncia a los propios intereses. Y esto sí, divide; lo sabemos, divide incluso las relaciones más cercanas. Pero atención: no es Jesús quien divide. Él pone el criterio: vivir para sí mismos, o vivir para Dios y para los demás; hacerse servir, o servir; obedecer al propio yo, u obedecer a Dios. He aquí en qué sentido Jesús es “signo de contradicción”. Papa Francisco

 

 

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