“Dios se lo llevó al cielo para que se sentara a su derecha” (Mc 16, 19)
En este día, en el que conmemoramos como Iglesia la solemnidad de la Ascensión del Señor, la liturgia nos invita, al igual que a los discípulos, a salir por el mundo entero a compartir la buena nueva de Dios. La Ascensión nos recuerda que después que Jesús sube al cielo, en nosotros recae la tarea fundamental de mantener vivas sus enseñanzas y ser continuadores de su misión, no solo a través del anuncio o la predicación de su Palabra, sino también por medio de nuestro propio testimonio de vida: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a todas las creaturas”. Así mismo, la fiesta de la Ascensión nos recuerda que como Jesús, todos tenemos un destino: el cielo, en el cual podremos encontrarnos definitivamente con el Padre y permanecer para siempre junto a Él. Destino que empieza aquí en la tierra a partir de la manera cómo vivimos, comunicamos y testimoniamos sus enseñanzas.
Reflexionemos:
¿Cómo hemos testimoniado las enseñanzas de Jesús en nuestra familia durante este tiempo de Pascua?, ¿tenemos como meta el cielo?
Oremos:
Ayúdanos, Señor, a comprender mejor tus enseñanzas y llevarlas a nuestra vida. A ser continuadores de tu obra creadora en medio de nuestra familia y todos los ambientes que cotidianamente frecuentamos. Aprovechar todos los medios que espiritualmente nos das, para vivir con los pies en la tierra pero con la mirada puesta en el cielo. Amén.
Recordemos:
Como cristianos nuestra meta es el cielo, es decir, el encuentro definitivo con el Padre.
Actuemos:
Oremos en familia en este día por nuestros seres queridos o personas cercanas que han partido a la casa del Padre.
Profundicemos:
La Virgen María siempre vivió con la mirada puesta en Dios. Su testimonio nos enseña cómo hacer de nuestra vida cotidiana un itinerario de fe que nos conduzca al cielo y al encuentro con Dios Padre en el servicio y el amor a las personas. (Libro: Las palabras calladas).