“Si me aman guardarán mis mandamientos y Yo pediré al Padre otro Paráclito que este siempre con ustedes”
(Jn 14, 15-21)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Cuando acogemos el amor que Jesús nos da, podemos vivir en el amor, porque él nos da su Santo Espíritu, que hace de nosotros morada del Señor resucitado y enciende en nuestros corazones el fuego de su amor. Por ello, Jesús nos asegura que no nos dejará huérfanos, Él seguirá viviendo y manifestándose en nosotros.
Si acogemos la presencia del Señor en nuestro corazón, nos será posible percibir que Jesús está en el Padre, nosotros en Él y Él en nosotros. Esta gozosa experiencia de la inhabitación de Dios en nuestro corazón es la que da sentido divino a nuestra vida y nos hace testigos de la presencia de Dios en el mundo.
Reflexionemos: ¿Tengo el corazón abierto para acoger al Espíritu Santo que Jesús nos da? ¿Estoy dispuesto a dejarme conducir por Él a la comunión con Dios y con los hermanos? Ven Espíritu Santo, te necesitamos: despierta nuestra fe y enséñanos a vivir la comunión para ser signos de la presencia de Dios en el mundo.
Oremos: Gracias, Jesús porque cuando subiste al cielo, no nos dejaste huérfanos sino que nos enviaste al Espíritu Santo que nos trae tu presencia y nos enseña a amar como Tú amas. Ayúdanos a escuchar su voz y a seguirla dócilmente. Amén.