“Ustedes son la luz del mundo”
(Mateo 5, 13-16)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Ustedes son la sal. La sal da sal da sabor y preserva de la corrupción, además es símbolo de sabiduría amistad, y disponibilidad al sacrificio. La familia y la comunidad son sal cuando tienen el sabor de las bienaventuranzas que escuchábamos ayer. Ellas nos dan sabiduría, capacidad de amistad, disponibilidad para pagar sus costos, son nuestra identidad de Hijos de Dios. Ustedes son la Luz. El que conoce a Cristo es Luz. La luz es el principio de la creación. Mateo ve a Jesús como la grande luz que surge sobre los que habitan en las tinieblas. En él somos iluminados. Decía el beato Alberione, fundador de la Familia Paulina: “Que nadie tenga que decir de Ustedes esperábamos más luz”.
Reflexionemos: La vela sencillamente arde e ilumina. La sal no puede dejar de salar y la luz no puede dejar de iluminar. El problema no es salar o iluminar, sino ser sal y luz.
Oremos: Señor de la vida, ayúdame a ser sal y luz, que donde yo este, haya comunión, luz, sabor, alegría, diálogo, perdón, reconciliación, paz y serenidad. Ayúdame a construir en lugar de dividir. Amén.
Actuemos: Desde hoy empezare a cultivar dentro de mí con la ayuda del Espíritu Santo, el ser sal y luz con mi vida y mi actuar.
Recordemos: Ustedes son la sal de la tierra, ustedes son la luz del mundo.
Profundicemos: Brille de tal modo su luz delante de los hombres, para que viendo sus buenas obras, glorifiquen a su Padre que está en los cielos.