“¡Qué alegría! ¡Encontré la oveja que se me había perdido!”
(Lc 15, 6)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
El evangelio de este domingo nos lleva a experimentar el gran amor y la misericordia de Dios a través de las parábolas de la oveja perdida, la moneda pérdida y el Padre misericordioso. Historias que conmueven lo más profundo de nuestro interior, al percibir como Dios sale en busca de sus hijos para ayudarlos a encontrar el camino de regreso a casa. Parábolas que nos llevan a reconocer en los recaudadores y los pecadores que se acercaban a Jesús para escuchar sus enseñanzas, la necesidad que también tenemos nosotros de esa Palabra que transforme nuestra vida, la llene de sentido y esperanza: “Cuando todavía estaba lejos, su padre lo divisó y se conmovió; corrió y lo recibió con abrazos y besos”. Aprovechemos esta jornada para revisar nuestro interior y reconocer, en qué momentos concretos hemos experimentando la ternura y la misericordia de Dios. Así mismo, para identificar la manera como también nosotros podemos compartir esa misericordia con quienes nos rodean.
Reflexionemos: ¿Somos personas misericordiosas?, ¿con cuál parábola de este día nos identificamos más?
Oremos: Enséñanos, Señor, a ser tiernos y misericordiosos como tú. A dejarnos transformar cada día por tu Palabra y encontrar en ella, las fuerzas necesarias para recomenzar cada día de tu mano nuestro camino. Amén.
Recordemos: La misericordia de Dios nos impulsa a cambiar el rumbo de nuestra existencia.
Actuemos: Confiemos al Señor, en esta jornada aquella realidad personal que necesitamos y queremos transformar, para emprender de nuevo nuestro camino.
Profundicemos: Jesús nos comunica con su vida, sus acciones y sus enseñanzas el rostro misericordioso de Dios Padre (Libro: Misericordia y consolación).