“Corrió y lo recibió con abrazos y besos”
(Lc 15, 20)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Uno de los mayores regalos que nos ofrece la Cuaresma es la posibilidad de experimentar en nuestra propia vida el amor y la misericordia de Dios. Así como lo narra el evangelista Lucas en este día, a través de la parábola del hijo pródigo o del Padre misericordioso, que Jesús enseña de manera especial a los publicanos y a los pecadores que se acercaban a escucharlo. Parábola que nos muestra que el amor de Dios no tiene límites ni medida, para todo aquel que sintiéndose amado y acogido por Dios, desea retomar de nuevo su camino y volver a la casa del Padre: “Padre, pequé contra Dios y contra ti. Ya no merezco que me llames hijo tuyo”. Como el hijo pródigo, tal vez, nuestro corazón perdido en otros caminos, siente el deseo de transformar su vida y comenzar de nuevo. Pidamos al Señor, no dejar pasar de largo este llamado y abrirnos a su amor misericordioso.
Reflexionemos: ¿Cómo experimentamos en nuestra vida la misericordia de Dios?, ¿Qué llamados deja en nuestro corazón la parábola del hijo pródigo?
Oremos: Gracias, Señor, por tu amor y tu misericordia. Por enseñarnos que pese a nuestra fragilidad personal, siempre nos das la oportunidad de volver a tu lado. Amén.
Recordemos: Dios es un Padre tierno y misericordioso que siempre nos espera con los brazos abiertos para ofrecernos su salvación.
Actuemos: Agradezcamos al Señor en este día por los deseos de conversión que pone en nuestro corazón en este tiempo de Cuaresma.
Profundicemos: El perdón no solo sana y libera nuestra vida sino que también hace de ella un regalo para los demás (Libro: 366 pensamientos para aprender a perdonar).