San José en los Evangelios

Hijo de José: La genealogía

A diferencia de los otros Evangelios, Mateo coloca más relevancia en la figura de José que en la de María, Mt es el Evangelio de san José. En Mt es nombrado 7 veces (1, 16.18.19.20.24; 2,13.19), en Lc 5 (1,27; 2, 4.16; 3,23; 4,22) y en Jn 2 veces (1, 45; 6,42).

El Evangelio de Mt asegura la genealogía de Jesús, “Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado el Cristo” (Mt 1, 16). Según la tradición bíblica del Antiguo Testamento, la descendencia es la bendición más preciada porque a través de los hijos se asegura la subsistencia del linaje y la continuidad del nombre de un personaje (Rut 4, 14), no tener herederos significaba la muerte, la condena a desaparecer.

En este sentido, al igual que en la historia de Abrahán, también la figura de José cobra gran relevancia en la historia de la salvación, pues asegura para Jesús su descendencia del linaje de David, del cual se esperaba la llegada del Emmanuel.

Mt 1, 18-25 (Lc 1, 27):

"El origen de Jesucristo fue de la siguiente manera. Su madre, María, estaba desposada con José; pero antes de empezar a estar juntos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, que era justo, pero no quería difamarla, resolvió repudiarla en privado. Así lo tenía planeado, cuando el ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: ‘José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer, porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados’.  Todo esto sucedió para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta: La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa. ‘Dios con nosotros’. Una vez que despertó del sueño, José hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer. Pero no la conocía hasta que ella dio a luz a un hijo, a quien puso por nombre Jesús”.

 

En la primera intervención entre el ángel y José, se le hace un llamado a asumir un plan de Dios, que, así como para Abrahán, requiere un acto de valentía en la fe. José debe acoger a María y al niño en su casa, propiciarles un hogar y darle un nombre, confirmando así su pertenencia al linaje con el título cristológico de “hijo de David”; recibe a Jesús, hijo de Dios, como hijo suyo, para educarlo, cuidarlo y amarlo. “La gente se preguntaba: ¿Pero no es este el hijo de José?” (Lc 4, 22b). Así como en María la maternidad es primeramente mesiánica antes que biológica, en José también se cumple esta llamada divina, recibe su paternidad mesiánica antes de recibir a María como su esposa (convivir juntos).

Al aceptar al niño como suyo de manera pública y oficial, José proporciona al niño una herencia davídica que se convierte en parte fundamental para su proclamación como “Mesías” en la reflexión especialmente de Mt. De esta manera, aunque José no es el padre de Jesús, se convierte en su padre legal en el momento en que le da su nombre, “Jesús”, es decir, José le da la legitimidad a Jesús cuando le acepta como su hijo. En ese contexto la paternidad biológica no era verificable, pero si acaecía en un gran peso social: el hombre puede decir si el hijo es o no suyo. Se trata de una concepción de paternidad distinta a la de nuestra época, por ello, tal vez cueste más entender esta lógica.

José, esposo de María

En aquella época, la edad mínima para el matrimonio de la mujer eran los doce años y para el varón los 14. Esta práctica aprovechaba los mejores años de fertilidad de las muchachas y permitía al padre garantizar su virginidad, un deber requerido por la ley y por las costumbres culturales y económicas. Por lo cual, podemos suponer que este matrimonio no fue diferente al de esta época.

Siguiendo la costumbre judía, el matrimonio era un proceso que tenía dos etapas. La primera, los esponsales, que implicaba el compromiso formal de matrimonio de la pareja, llevado a cabo en presencia de testigos y del pago del precio de la novia por la familia de esta al novio (dote). Estos esponsales constituían un matrimonio jurídicamente ratificado, aunque la mujer siguiera en casa de su familia durante un año. En este transcurso, el varón tenía derechos legales sobre la mujer, por lo cual, cualquier infracción de sus derechos maritales era considerado adulterio y castigada según la Ley. También la mujer gozaba de este estatus de casada para muchos aspectos, era llamada esposa y podría convertirse en su viuda.

Dentro de un año se daba lugar a la segunda etapa. En la cual, la mujer era trasladada a la casa de su esposo, mediante una ceremonia. A partir de entonces, el marido asumía la responsabilidad de su mantenimiento económico y podían iniciar su vida conyugal. Tanto Lc como Mt reflejan esta costumbre frente al embarazo de María: “María, estaba desposada con José; pero antes de empezar a estar juntos…” (Mt 1,18), es decir, antes de la segunda etapa de su matrimonio.

José, es calificado de justo. “Su marido José, que era justo, pero no quería difamarla, resolvió repudiarla en privado”. Sabiendo que el niño no era suyo, José decide inicialmente “divorciarse” de María, legalmente estaban casados. El texto es enfático en esa decisión que no llevó a cabo, “así lo tenía planeado”, no completar el matrimonio llevándosela a casa. Esta unión solo podía disolverse si él iniciaba un procedimiento formal de divorcio.

¿Qué podemos entender por justo? ¿Qué implicaba repudiarla en secreto? Si consideramos “justo” con relación al cumplimiento de la Ley, tendríamos una contradicción por parte de José, dado que según la Ley, tenía la opción de anular los esponsales (divorciarse), pero debía tener un motivo que justificara su acción, ¿qué iba a decir?, para el caso del adulterio el castigo era la lapidación. Por otra parte, repudiarla en secreto significaba dejar a María en una posición ambigua, una mujer abandonada con un hijo ilegítimo, sin posibilidad de volverse a casar.

Sin embargo, ni se valió de la Ley, ni la repudió en secreto, gracias a la intervención de Dios. Recurre a la ley que Dios ha puesto en su corazón, aquella que protege la vida de los seres amados (Dt 5, 6), esta es la ley del amor. Esto es lo que enseñará después a su hijo.

Los textos nos dicen que después de esto, José la recibió en su casa, completando la segunda etapa del matrimonio. Mientras, se publicó un edicto de César Augusto, ordenando que se empadronase todo el mundo. José subió desde Nazaret a la ciudad de David, llamada Belén, junto con María, su esposa, que estaba en cinta. Y mientras estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el albergue (Lc 2, 1-6).

En ese contexto difícilmente pudo darse la imagen que tenemos hoy en día de un hogar solamente con sus padres y el hijo, porque la cuestión matrimonial era un acontecimiento familiar, social, cultural y económico. Pero nos podemos hacer una imagen de cómo fue la vida de esta familia gracias a las actitudes de Jesús.

José, ¿el carpintero?

Al parecer fue un judío creyente, observante de la Torah, que era un tekton, término griego que designa el oficio de un artesano, que comprendía una serie de oficios varios, como la carpintería, vigas para los tejados, construcciones de muros en piedra o ladrillos, albañil, carretero, ebanista, etc., algo así como en nuestro contexto quien cumple el oficio de manutención. La clase de los artesanos estaba formada aproximadamente por el 5% de la población y tenía una renta media.

En esta época, eran tres las funciones a las que se podían dedicar los varones: la artesanía, la agricultura y el estudio de la Torah. Se dice que los artesanos se encontraban en el estatus de clase baja, que sería la clase media de nuestra época, dado que en ese entonces solamente existían dos clases: alta y baja. De aquí, que se aluda a Jesús como el carpintero o el hijo del carpintero (tekton). Aunque posiblemente también cultivaran una pequeña parcela de tierra, parecida a nuestros huertos, dado las alusiones agrarias de Jesús en sus parábolas.

“¿No es este el hijo del carpintero?” (Mt 13, 55).

“¿No es este el carpintero?” (Mc 6, 3a.).

“Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en la Ley y también los profetas, es Jesús, el hijo de José, el de Nazaret” (Jn 1, 45).

“¿No es este Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos?” (Jn 6, 42).

La Escritura dice que, Jesús crecía en estatura, gracia y sabiduría junto a sus padres, quienes cumplían con sus responsabilidades como judíos creyentes. Y del hecho que posteriormente, solo aparezca María junto a Jesús, los estudiosos han deducido que José debió morir antes de que Jesús llegue a su vida pública.

José, continuidad en la historia de Israel

De igual manera, algunos estudios han intentado reflejar la imagen de José en el José del A.T. Los dos son hijos de un padre que se llama Jacob – aunque en la genealogía de Lc aparece como hijo de Elí, para esta analogía tomamos la propuesta de Mt, dado que el interés ha sido siempre ilustrar una teología en la cual se cumple el designio providencial de Dios que promete un Mesías para Israel–, además, los dos tienen sueños y por diversos motivos tienen que ir a Egipto. José de Egipto interpreta los sueños, José de Nazaret tiene las revelaciones de Dios a través de los sueños (4 sueños).

Otra clave de lectura en este personaje son las diversas citas de cumplimiento como una continuidad de la historia de Israel y el A.T. Es José el que actúa. En Mt 2, 13-15  otra aparición del ángel le previene contra el peligro que representa Herodes, por lo cual José huye con María y Jesús a Egipto: 

“El ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: ‘Prepárate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarlo’. Él se preparó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto. Y estuvo allí hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo dicho por el Señor por medio del profeta: ‘De Egipto llamé a mi hijo’".

José protege a su esposa y a su hijo de la amenaza, solamente vuelve cuando una nueva aparición del ángel le anuncia el fin del peligro, como relata Mt 2, 19-21:

 

“Muerto Herodes, el ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: ‘Prepárate, toma contigo al niño y a su madre, y vete a la tierra de Israel, pues ya han muerto los que querían atentar contra la vida del niño’”.

Pero por precaución, José no regresa a Belén, sino a Nazaret, según Mt 2, 22-23:

 

“Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí. Así que, avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea, y fue a residir en una ciudad llamada Nazaret, para que se cumpliese lo dicho por los profetas: Será llamado Nazoreo”.

Podemos decir que José estuvo junto a María y al lado de Jesús, enseñándole y formándolo bajo las creencias y costumbres judías. Lc nos dice que subían cada año a Jerusalén (Lc 2, 41), nos deja ver a un José que se sorprende y se admira de las cosas que dice su hijo en el Templo (v.33), aunque no las comprende no lo deja solo, lo acompaña, lo busca (v. 44), lo encuentra (v. 46), lo lleva a casa y le enseña lo que un padre de su época enseña a su hijo (v. 51).

Sin duda alguna, todo cuanto vemos de Jesús en su vida pública es manifestación de lo que aprendió en casa, junto a sus padres.

José, elegido de Dios

La figura de José, así como en María, evocan una realidad mucho más grande que por sí solos, entendida a la luz del proyecto mesiánico (en Mt) y de la historia de la salvación (en Lc), manifiestan una relación estrecha con el Antiguo Testamento, a través de los vestigios anunciados y que se cumplirán en el Nuevo Testamento.

San José ha gozado de gran aprecio en la Iglesia, ha permanecido a lo largo de la historia como el hombre del silencio y de la obediencia. Sin embargo, su presencia en la historia de la salvación, tal vez no haya tenido la relevancia que mereciera. Aunque poco se menciona, está presente, la Sagrada Escritura nos da cuenta de ello en los relatos de la infancia, tanto en Mt y Lc, en los cuales vemos la intervención de Dios en sus planes y su inmediata respuesta, sin objetar ni cuestionar, simplemente en una admirable e inmediata obediencia en la fe.

Pero, ¿cómo podemos entender realmente estas actitudes de José? Van mucho más allá de la obediencia que nada cuestiona, la obediencia es esa manifestación concreta de una realidad mucho más profunda que sostiene su relación con Dios. Y también la forma de cómo Dios se dirige a José, aquel en quien deposita una gran misión, podemos comprenderla a la luz de una profunda relación de amistad. Nos dicen algunos estudiosos que los “justos” son considerados amigos de Dios, y este es, tal vez, el vínculo que sostiene esta relación entre José y Dios, se afianza en cada gesto. Y es justo aquel que sabe tomar decisiones sabias, por eso la actitud del silencio, propia de la sabiduría.

Dios confía en su elegido y este, a su vez, no decepciona a su Señor. El sueño se convirtió para José en lugar privilegiado para la comunicación con Dios, a través del cual, José recibe ese llamado con nombre propio a ser colaborador de Dios, pero no por iniciativa propia, sino a través de las constantes intervenciones divinas en su vida.

Su fe se convierte en un acontecimiento milagroso, al igual que Abrahán, su fe cree contra toda evidencia y lógica humana. Dios le pide, al igual que a varios profetas, actos sorprendentes e incluso contra la Ley. José renuncia a sus prerrogativas masculinas y acepta el mandato divino, que se confirma en la acción de ponerle nombre al niño, desde entonces, todo estará orientado al plan que Dios para su vida. Es precisamente este el modelo de familia que después defenderá Jesús, los lazos biológicos son superados por unos vínculos que se crean primero en el seno de la fe, en la adhesión al proyecto de Dios.

Por: Ydania Marivel Imbacuán Mangua, fsp


Referencias Bibliográficas:

Biblia de Jerusalén. Bilbao: Descleé de Brouwer, 2019.

Gonzales, Wilma; Medina Carlos. San José en la Sagrada Escritura y en la espiritualidad. Cuestiones Teológicas, 2020.

Johnson, Elizabeth. Verdadera hermana nuestra. Barcelona: Herder, 2005.

Navarro, Mercedes; Perroni, Marinella. Los Evangelios. Narraciones e historias. Estella: Verbo Divino, 2011.

Ruíz L, Demetria. María, mujer mediterránea. Bilbao: Descleé de Brouwer, 1999.


 

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