Santos Ángeles Custodios

La devoción del ángel custodio o ángel de la guarda seguramente, muchos de nosotros la recibimos en nuestra niñez, pero ciertamente la promesa “Voy a enviar un ángel delante de ti para que te guarde en el camino” (Ex 23, 20) se extiende a lo largo de toda nuestra vida, de hecho, Jesús mismo les recuerda a sus discípulos la necesidad de hacerse siempre “pequeños”, porque siempre necesitamos de Dios.

Con el paso de los años vamos dejando atrás muchas cosas y abriendo el corazón para acoger otras, sin embargo, en la fe, nunca dejemos de acoger esta ayuda especial de Dios para cada uno de nosotros, nuestro ángel de la guarda. La pequeñez de la que habla Jesús es indispensable para superar la autosuficiencia, romper las murallas de grandeza e indiferencia que pueden impedir ese espacio vital para el encuentro con el Señor de nuestra vida, para acoger el misterio de la custodia del ángel.

Ángel de mi guarda, mi dulce compañía,

no me desampares ni de día ni de noche,

hasta que me pongas en paz y alegría,

con todos los santos Jesús, José y María.

Amén.

En la tradición Bíblica

De la tradición bíblica nos llegan algunas experiencias concretas en las que el ángel de Dios es enviado con una misión específica, a veces la de anunciar, acompañar, sugerir, consolar. A continuación compartimos cinco experiencias que podemos orar y contemplar la misión particular confiada al ángel de Dios en su contexto específico:

Hch 10, 3-5:

Un día, a eso de las tres de la tarde, Cornelio tuvo una visión. Vio claramente que un ángel del Señor entraba a donde estaba él y le decía: “¡Cornelio!” Él lo miró fijamente y respondió atemorizado: “¿Qué quieres, señor?”. El ángel le dijo: “Tus oraciones y tus obras de caridad han subido hasta Dios como el sacrificio del memorial. Manda ahora unos hombres a Joppe y haz venir a un tal Simón, a quien llaman Pedro.”

Ángel de Dios, que eres mi custodio, ya que el Señor me ha encomendado a ti,

ilumíname, guárdame, rígeme y gobiérname. Amén.

Ap 8, 3-4:

Vino un ángel y se puso en pie junto al altar, con un incensario de oro. Y se le dio gran cantidad de incienso, para que lo ofreciese en representación de las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro, que está delante del trono. Y el humo del incienso subió a la presencia de Dios, de mano del ángel, en representación de las oraciones de los santos.

Ángel de Dios, que eres mi custodio, ya que el Señor me ha encomendado a ti,

ilumíname, guárdame, rígeme y gobiérname. Amén.

Hch 12, 7:

Se presentó un ángel del Señor, y el calabozo se llenó de luz. El ángel tocó a Pedro en el costado, lo despertó y le dijo: “Levántate en seguida.” Y, al momento, cayeron las cadenas de sus manos.

Ángel de Dios, que eres mi custodio, ya que el Señor me ha encomendado a ti,

ilumíname, guárdame, rígeme y gobiérname. Amén.

Mt 1,16.18-21. 24ª:

Se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: “José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.” Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.

Ángel de Dios, que eres mi custodio, ya que el Señor me ha encomendado a ti,

ilumíname, guárdame, rígeme y gobiérname. Amén.

Lc 2, 8-14:

En esa misma región había unos pastores que pasaban la noche en el campo, turnándose para cuidar su rebaño. Sucedió que un ángel del Señor se les apareció. La gloria del Señor los envolvió en su luz y se llenaron de temor. Pero el ángel dijo: “No tengan miedo. Miren que traigo buenas noticias […] Hoy ha nacido en la Ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor. Esto les servirá de señal: Encontrarán a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. De repente apareció una multitud de ángeles del cielo, que alababan a Dios y decían: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad”.

Ángel de Dios, que eres mi custodio, ya que el Señor me ha encomendado a ti,

ilumíname, guárdame, rígeme y gobiérname. Amén.

Oración:

Padre celestial, te doy gracias por tu infinita bondad, porque desde el mismo momento que yo salía de tus manos creadoras me confiaste a un ángel para que “me ilumine, guarde, rija y gobierne”. Y gracias también a ti, ángel de mi guarda, por tu constante presencia en mi peregrinación hacia el Padre. Tus santas inspiraciones, tu protección continua contra los peligros espirituales y corporales y tu poderosa oración ante el Señor son para mí gran consuelo y segura esperanza.

(Beato Santiago Alberione, Libro de Oraciones de la Familia Paulina).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

¿Requiere asesoria? Activar chat

×