¡Gozaos! ¡El señor viene!

Con el tercer domingo de Adviento iniciamos una segunda etapa, llega un tiempo de gozo y preparación para la Navidad. Nuestro corazón se regocija porque sabe que el Señor ya viene, ya llega. En cada paso Dios se ha hecho presente, ha estado, ha llegado trayendo alegrías, ¿lo percibes? 

Seguramente, a lo largo de este año, las emociones se han deslizado por nuestra vida entre subidas y bajadas. Es verdad, no todo ha sido alegría, pero es lindo reconocer que entre tristezas y gozos hemos continuado caminando, como aquel que siguió la estrella, sin detenernos. Los sentimientos que experimentamos son signos visibles de algo más profundo que ocurre en nuestro interior, experiencias preciosas que marcan el corazón, a veces lo apagan y otras lo reencienden con fuerza.

¿Cuáles han sido los más significativos en este año, aquellos que más alegría nos han traído? Tal vez, algún santo especial, Navidad, Año Nuevo, terminar la carrera, el día del grado, emprender un proyecto nuevo, encontrar a la persona adecuada, el matrimonio, la llegada de un hijo, conocer un amigo increíble, los viajes o quizás, el haber recibido esa gracia que tanto pedimos a Dios en la oración, el tener la salud y superar las enfermedades, salir de una crisis y volver a empezar.

Son muchos los momentos que el Señor nos ha regalado de tanta alegría y felicidad, en cada uno Dios ha venido. Son esos momentos los que nos llevan a decir ¡vale la pena! Vale la pena seguir luchando, arriesgando, amando, dándose enteramente, vale la pena seguir creyendo, seguir esperando, seguir caminando. Y no podemos dejar de lado aquellas experiencias que aún son dolorosas, las lágrimas que han brotado, pero muy necesarias para permitirnos descargar eso que a veces pesa, aflige, angustia, amedrenta… esos momentos tan sagrados en nuestra vida nos han permitido sentirnos libres, hacer duelo, sanar, tener paz.

Llegados a este día, es tiempo de celebrar y alegrarnos porque en medio de todo, Dios ha estado y está con nosotros. Su venida constante en nuestra cotidianidad se convierte en signo de gozo, siempre que acogemos con fe cada situación que se nos presenta, dolorosa o alegre, porque creemos como el apóstol Pablo que todo sucede para nuestro bien. 

Cada mañana...

Cada mañana me sumergiré en Ti, agua de la vida,

antes de ser vaso, nutriente en el surco, juego en la fuente,

sosiego en el lago.

Cada mañana me afinaré en Ti, Palabra del Padre,

antes de ser susurro al oído discurso en el aula,

anuncio en el viento, silencio en la escucha.

Cada mañana me orientaré en Ti, camino del Reino,

antes de ser paso en la calle, ruta en la frontera, pausa en la espera,

salto en el aire.

Cada mañana me reposaré en Ti, sabiduría encarnada,

antes de ser vigilia en el sueño,

flecha en el arco, sutura en la herida,

cansancio en tu mano.

Cada mañana me miraré en Ti, imagen del Padre,

antes de ser alegría en el rostro, fuerza en los brazos,

caricia en los ojos,  luz en el barro.

Benjamín González Buelta

Tiempo de sonreír…

La alegría a la que estamos invitados hoy no se trata simplemente de lo emocional, sino de un estilo de vida bastante exigente, sin perder el realismo ser capaces contagiar a los demás con nuestra alegría, espíritu positivo y buen humor. Alguna vez nos ha pasado que al encontrarnos con alguien de repente sentimos que una chispa de su alegría nos contagia. Cuando cansados de la intensa jornada, de repente, una dulce sonrisa que encontramos en el camino o al regresar a casa, nos reinicia la vida, entonces, sabemos que pequeños gestos como este tiene el poder de transformar.

Dice el Papa Francisco, que los profetas anunciaban el tiempo de Jesús, que nosotros estamos viviendo, como una revelación de la alegría: “Gritad jubilosos” (cf. Is 12,6); o como olvidar la  exhortación de Nehemías: “¡No os pongáis tristes; el gozo del Señor es vuestra fuerza!”  (cf. 8,10). También María, que acogió la novedad que Jesús le trajo, se alegraba en su espíritu; por donde Jesús pasaba surgía la alegría, de igual manera pasaba con sus discípulos tras el anuncio de la Resurrección. Hay momentos duros en la vida, pero no pueden destruir esa alegría sobrenatural que nos viene del Espíritu Santo, ante la adversidad nos da la capacidad de ser flexibles, de adaptarnos, de sacarle buen humor a las cosas.

Este tiempo nos ayude a prepararnos a reconocer la presencia del Señor en las incontables veces que sale a nuestro encuentro y pasa a nuestro lado en la camino de la vida, trayéndonos alegría o sosteniéndonos con su fuerza.

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