Recíbeme Madre, Maestra y reina María, entre los que amas, nutres, santificas y guías en la escuela de Jesucristo, divino Maestro.
En la mente de Dios tú ves a los hijos que él llama, y para ellos tienes oración, gracia, luz y auxilios especiales. Mi Maestro Jesucristo, se entregó totalmente a ti, desde la encarnación hasta la ascensión, y esto es para mí enseñanza, ejemplo y don inefable, por lo que también yo me pongo plenamente en tus manos.
Obténme la gracia de conocer, imitar y amar cada vez más al divino Maestro, Camino, verdad y Vida; preséntame tú a Jesús; soy un pecador indigno que para ser admitido en tu escuela no tiene más títulos que tu recomendación.
Ilumina mi mente, fortifica mi voluntad, santifica mi corazón durante este año de mi trabajo espiritual, para que pueda aprovechar tanta misericordia y al fin pueda exclamar: “No soy yo quien vivo, sino Cristo quien vive en mi”.
San Pablo apóstol, padre mío y fidelísimo discípulo de Jesús, fortifícame; deseo empeñarme hasta que se forme Jesucristo en mí.
Querida y tierna madre mía María, ampárame; cuida de mi inteligencia, de mi corazón, de mis sentidos para que nunca cometa el pecado. Santifica mis pensamientos, palabras, afectos y acciones, para que pueda agradarte a ti y a tu Jesús y Dios mío, y contigo llegue al paraíso.
Jesús y María, denme su santa bendición.
En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.
Gracias, Jesús misericordioso, por habernos dado a María como madre y gracias a ti, María, por haber dado a la humanidad al Maestro divino, Jesús Camino, Verdad y Vida, y habernos aceptados a todos en el Calvario como hijos tuyos.
Tu misión está unida a la de Jesús, que “vino a buscar al que andaba perdido”. Por eso yo, agobiado por mis pecados mis ofensas y mis negligencias, acudo a ti, madre, como esperanza suprema. Posa sobre mí tus ojos misericordiosos; sean para este hijo más enfermo tus cuidados maternales. Todo lo espero de ti: perdón, conversión, santidad.
Forma una nueva generación, la de aquellos en quienes abunde la gracia donde antes había abundado el pecado. Que sean las personas que más te mueven a compasión; recíbeme entre ello. Obra un gran milagro, cambiando un gran pecador en un apóstol. Será un motivo de gloria para Jesús, tu Hijo y para ti que eres madre suya y mía. Todo lo espero de tu corazón, Madre, Maestra y Reina de los apóstoles. Amén.
Primer misterio: La anunciación y el nacimiento de Jesús.
“María, reina del cielo y de la tierra, celebro y alabo que el Señor a quien agradaste en tu humildad, fe y virginidad te haya concedido el privilegio único de elegirte para ser la Madre del Salvador, nuestro Maestro, luz verdadera del mundo, sabiduría eterna, fuente y primer apóstol de la verdad”
Segundo misterio: La agonía y muerte de Jesús.
“María, reina de todos los ángeles…, recuerda el doloroso y solemne momento en que Jesús desde la cruz, te confió a Juan como hijo, y en él a todas las personas, especialmente los apóstoles”.
Tercer misterio: La venida del Espíritu Santo en el cenáculo. “María, virgen inmaculada…, alégrate porque fuiste maestra, formadora, fortaleza y madre de los apóstoles, reunidos en el cenáculo para invocar y recibir la plenitud del Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, renovador de los apóstoles”.
Cuarto misterio: La asunción de María.
“María, entrañable madre nuestra…, pienso en el momento dichoso en que pasaste de esta vida al encuentro definitivo con Jesús. Con amor de predilección, Dios Padre te glorifico en cuerpo y alma”
Quinto misterio: La coronación de la Virgen María.
“María, estrella del mar, nuestra vida y reina de la paz…, dichoso el día en que la Santísima Trinidad te coronó como reina del cielo y de la tierra, mediadora de todas las gracias y madre nuestra amabilísima”.