18 de julio

“El día del juicio les será más llevadero a Tiro, a Sidón y a Sodoma que a ustedes”

(Mt 11, 20-24)

 

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

Qué difícil es la conversión, somos de un corazón muy duro, para descubrir las maravillas que Dios ha hecho. En el evangelio vemos que las ciudades de Corozaín y de Betsaida, ciudades bien conocidas en el entorno geográfico de la misión de Jesús en Galilea, personifican la reacción desentendida frente al evangelio. Su indiferencia de los que más han recibido es injustificable y por eso el juicio aparece más duro.

Las ciudades no judías de Tiro, Sidón y Sodoma –ciudades emblemáticas del paganismo y del pecado- parecerían mejor dispuestas para la conversión que el mismo pueblo de Israel, quien “se encumbraba” por la convicción de tener de su parte la gracia salvadora de Dios y no sienten la necesidad de conversión ni dan el paso para la entrada al reino de Dios.

 

Reflexionemos: ¿Cuánta cerrazón en nuestro corazón nos impiden ver las abundantes gracias y dones que el Señor ha derramado en cada uno de nosotros?

 

Oremos: Oremos para que, en nuestro caminar con Jesús, la advertencia aquí planteada por el evangelio, nos sacuda de nuestra comodidad y acogiendo agradecidamente las obras del Señor en nuestras vidas, busquemos construir un reino de justicia. Amén.

 

Actuemos: Abrir el corazón a la novedad que Dios me trae cada día y comprometerme en vivir en actitud de agradecimiento constantemente, por las maravillas que el Señor realiza en el mundo.

 

Profundicemos: Todos somos capaces de hacer el bien y hacer el mal. No hemos nacido como personas malvadas. Todo el mundo tiene en sí algo bueno. Unos esconden el bien, otros no le hacen caso, pero la bondad está en todos. Dios nos ha creado para amar y para ser amados. Dios nos envía una especie de test para escoger uno u otro camino. La negligencia en el amar nos puede conducir a decir «sí» a la maldad sin darnos cuenta hasta dónde nos puede llevar. Por suerte, tenemos el poder de superar todo por medio de la oración. Teresa de Calcuta

 

 

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