29 de julio

“Creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios”

(Jn 11, 19-27)

 

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

En este texto descubrimos todo el amor de Jesús hacia esta familia, donde el mismo se revela “Yo soy la resurrección y la vida” (11,25). Marta es quien provoca esta declaración de Jesús y también la primera en admitirla con fe: “Si, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo”.

Marta entra en escena como una discípula que, movida por la fe, está convencida de que su plegaria será escuchada por Jesús: “Yo sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá” (11,22). Marta no necesitará que Jesús vuelva a su casa el día de su muerte a resucitarla también a ella, porque ella precisamente ha comprendido que desde este momento por su fe en Jesús ya comenzó la resurrección: “Todo el que vive y cree en mí no morirá jamás” (11,26). Es la certeza de quien cree en Jesús vivirá para siempre.

 

Reflexionemos: ¿Creo que Jesús es el Señor de la vida y que la muerte no termina aquí?

 

Oremos: Señor Jesús, tú eres el Dios de la vida. Ayúdame a sentir que me voy realizando en la medida que soy feliz y colaboro en la construcción de un mundo más justo y humano y que todo lo que vivo tiene desde ya sabor a eternidad. Amén.

 

Actuemos: Acompañar a personas enfermas o que están viviendo un duelo a experimentar que en Jesús tenemos la vida plena.

 

Recordemos: Sintamos que Jesús, es la resurrección y la vida. Con esta certeza, vivamos nuestra vida, ayudando, sirviendo, haciendo un mundo más humano, si Jesús está con nosotros qué nos puede faltar.

 

Profundicemos: Aquí sentimos claramente que Dios es vida y da vida, pero asume el drama de la muerte. Jesús podría haber evitado la muerte de su amigo Lázaro, pero quiso hacer suyo nuestro dolor por la muerte de nuestros seres queridos y, sobre todo, quiso mostrar el dominio de Dios sobre la muerte. En este pasaje del Evangelio vemos que la fe del hombre y la omnipotencia de Dios, el amor de Dios, se buscan y, finalmente, se encuentran. Es como un doble camino: la fe del hombre y la omnipotencia del amor de Dios se buscan y finalmente se encuentran. Lo vemos en el grito de Marta y María y todos nosotros con ellas: “¡Si hubieras estado aquí!…”. Y la respuesta de Dios no es un discurso, no, la respuesta de Dios al problema de la muerte es Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida… ¡Tened fe! En medio del llanto seguid teniendo fe, aunque la muerte parezca haber vencido. ¡Quitad la piedra de vuestro corazón! Que la Palabra de Dios devuelva la vida allí donde hay muerte”. Santa Teresa de Jesús.

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