Jesús Maestro, santifica mi mente y aumenta mi fe.
Jesús docente en la Iglesia, atrae a todos a tu escuela.
Jesús Maestro, líbrame del error, de los vanos pensamientos
y de las tinieblas eternas.
Jesús, Camino entre el Padre y nosotros, todo lo ofrezco y todo lo espero de ti.
Jesús, Camino de santidad, hazme tu fiel imitador.
Jesús Camino, hazme perfecto como el Padre que está en los cielos.
Jesús Vida, vive en mí, para que yo viva en ti.
Jesús Vida, no permitas que yo me separe de ti.
Jesús Vida, haz que yo viva eternamente el gozo de tu amor.
Jesús Verdad, que yo sea luz del mundo.
Jesús Camino, que yo sea ejemplo y modelo
para las personas.
Jesús Vida, que mi presencia lleve a todos partes gracia y consuelo
- Jesús Verdad: Verbo revelador
Jesús, Maestro divino, te adoramos como verbo encarnado enviado por el Padre para enseñar a los hombres las verdades que dan la vida. Tú eres la verdad increada, el único Maestro; solo tú tienes palabras de vida eterna. Te damos gracia por haber encendido en nosotros la luz de la razón y de la fe, y habernos llamado a la luz de tu gloria. Nos adherimos con toda nuestra mente a ti y a la Iglesia: y rechazamos cuanto la Iglesia rechaza. Maestro, muéstranos los tesoros de tu sabiduría, danos a conocer al Padre, haznos auténticos discípulos tuyos. Aumenta nuestra fe, para que lleguemos a contemplarte eternamente en el cielo.
Jesús Maestro, Camino, Verdad y Vida, ten piedad de nosotros.
- Jesús Camino: Mediador y modelo
Jesús, Maestro divino, te adoramos como el amado del Padre, único Camino para llegar a Él. Te damos gracias porque te has hecho nuestro modelo, nos ha dado ejemplos de la más alta perfección e invitado a todos a seguirte aquí en la tierra y en el cielo. Te contemplamos en los diversos momentos de tu vida terrena; dócilmente nos ponemos a tu escuela y rechazamos toda moral diversa de la tuya. Atráenos a ti para que busquemos únicamente tu voluntad, siguiendo tus huellas y renunciando a nosotros mismos. Acrecienta en nosotros la esperanza activa y el deseo de asemejarnos a ti, para que al final de la vida podamos poseerte por toda la eternidad.
Jesús Maestro, Camino, Verdad y Vida, ten piedad de nosotros.
- Jesús Vida: Unigénito y sacerdote eterno
Jesús, Maestro divino, te adoramos como unigénito de Dios, venido al mundo para dar a los hombres la Vida en plenitud. Te damos gracias porque, muriendo en la cruz, nos ha merecido la vida, que nos comunicas en el bautismo y alimentas en la Eucaristía y los demás sacramentos. Vive en nosotros, Jesús, con la efusión del Espíritu Santo, para que te amemos con toda la mente, con todas las fuerzas y todo el corazón; y amemos al prójimo como a nosotros mismos por amor tuyo. Aumenta en nosotros la caridad, para que un día, llamados del sepulcro a la vida gloriosa, participemos contigo en el eterno del cielo.
Jesús Maestro, Camino, Verdad y Vida, ten piedad de nosotros
- Cristo viviente en la Iglesia
Jesús, Maestro divino, te adoramos viviente en la Iglesia, tu cuerpo místico y nuestra única arca de salvación. Te damos gracias por habernos dado esta madre infalible e indefectible, en la que tú sigues siendo para los hombres Camino, Verdad y Vida. Te pedimos que los no creyentes se acerquen a su luz inextinguible, que vuelvan quienes se han apartado de ella y todo el género humano se una en la fe, en la común esperanza y en el amor. Fortalece a la Iglesia, asiste al Papa, santifica a los sacerdotes y a cuantos se han consagrado a ti. Señor, Jesús, hacemos nuestro tu anhelo: que haya un solo rebaño bajo un solo pastor, para que todos podamos reunirnos en la Iglesia triunfante del cielo.
Jesús Maestro, Camino, Verdad y Vida, ten piedad de nosotros.
- Cristo siempre apóstol del Padre
Jesús, Maestro divino, te adoramos con los ángeles que cantaron el motivo de tu encarnación: “Gloria a Dios y paz a los hombres”. Te damos gracias por habernos llamado a compartir tu misma misión. Enciende en nosotros la llama de tu mismo amor al Padre y a los hombres. Llena de ti todas nuestras facultades: vive en nosotros para que te demos a conocer con el apostolado de la oración y del sufrimiento, de las ediciones y de la Palabra, del ejemplo y de las obras. Envía buenos obreros a tu mies; ilumina a los predicadores, maestros y escritores; infunde en ellos al Espíritu Santo; dispón las mentes y los corazones para que lo acojan. Ven, Maestro y Señor, enseña y reina por María, nuestra madre, maestra y reina.
Jesús Maestro, Camino, Verdad y Vida, ten piedad de nosotros.
Oh Maestro, tú tienes palabras de vida eterna. Sustituye mi mente, mis pensamientos por ti mismo, tú que iluminas a todos los hombres y eres la verdad misma. Yo no quiero razonar sino como tú enseñas, ni juzgar más que según tus juicios, ni pensar sino en ti, verdad sustancial, que me ha dado el Padre: "Vive en mi mente, oh Jesús verdad".
Tu vida es precepto, camino, seguridad única, verdadera, infalible. Desde el pesebre, desde Nazaret y desde el Calvario todo es un trazar el camino divino de amor al Padre, de pureza infinita, de amor a las almas, al sacrificio... Haz que yo la conozca, haz que siga siempre tus huellas de pobreza, castidad y obediencia. Cualquier otro camino es amplio... no es tuyo. Jesús, yo ignoro y detesto todo camino no señalado por ti. Quiero lo que tú quieres; establece tu voluntad en lugar de la mía.
Cambia mi corazón por el tuyo, que mi amor a Dios, al prójimo y a mí mismo sea sustituido por el tuyo. Que mi vida pecadora, humana, sea cambiada por la tuya, divina, purísima, sobre toda la naturaleza. "Yo soy el Camino". Por eso, para ponerte a ti en mí, cuidaré con esmero la comunión, la santa misa, la visita al Santísimo, la devoción a la Pasión. Y que esta vida llegue a manifestarse en las obras "para que también la vida de Jesús se transparente en nuestro cuerpo", tal como le ocurrió a san Pablo. Vive en mí, oh Jesús, vida eterna, vida sustancial.
Jesús Maestro, acepta el pacto que te proponemos por manos de María Santísima, Reina de los Apóstoles, y de San Pablo nuestro padre.
Nosotros tenemos que corresponder plenamente a tu altísima voluntad, alcanzar el grado de perfección y gloria celestial a que nos has destinado, y ejercer santamente el apostolado de la comunicación social. Pero somos muy débiles, ignorantes, incapaces y deficientes en todo: en el espíritu, en la ciencia, en el apostolado, en la pobreza. Tú, en cambio, eres el Camino, la Verdad y la Vida, la Resurrección, nuestro único y sumo Bien. Ponemos nuestra confianza solo en ti que has dicho: “Cualquier cosa que pidan al Padre en mi nombre, se la concederá”.
Por nuestra parte, prometemos y nos obligamos a buscar en todo y de todo corazón, en la vida y en el apostolado, solo y siempre, tu gloria y la paz de las personas. Y contamos que por parte tuya nos darás: espíritu bueno, gracia, ciencia y medios para hacer el bien.
Multiplica, según tu inmensa bondad y las exigencias de nuestra vocación especial, los frutos de nuestra labor espiritual, de nuestro estudio, de nuestro apostolado y de nuestra pobreza. No desconfiamos de ti, sino que tememos por nuestra inconstancia y debilidad.
Dígnate, pues, Maestro bueno, por la intercesión de nuestra Madre María, tener para con nosotros la misericordia que tuviste con el apóstol Pablo, a fin de que, fieles en imitar a este nuestro padre en la tierra, logremos ser sus compañeros en la gloria del cielo. Amén.
Ven, Jesús Maestro, dígnate aceptar la hospitalidad que te ofrecemos en nuestro corazón. Queremos prepararte el consuelo y el descanso que encontrabas en Betania, en casa de las dos Pías Discípulas: Marta y María.
En la alegría de tenerte entre nosotras, te rogamos nos concedas en nuestra vida contemplativa, la intimidad que gozaba María y aceptes la parte de nuestra vida activa, según el espíritu de la fiel y trabajadora Marta.
Ama y santifica nuestra Congregación, como amaste y santificaste a la familia de Betania.
En la dulce hospitalidad de aquella casa, pasaste los últimos días de tu vida terrena, preparándonos el don de la Eucaristía, del sacerdocio, de tu misma vida. Jesús, Camino, Verdad y Vida, haz que correspondamos a tu gran amor, sacrificando nuestros apostolados: servicio eucarístico, servicio sacerdotal y servicio litúrgico.
Para la gloria de Dios y la salvación de los hombres. Manda, Jesús, obreros a tu mies, que espera en todo el mundo a los apóstoles y sacerdotes santos, a las misioneras heroicas, a las religiosas amables e incansables.
Enciende en los corazones de los jóvenes y de las jóvenes la luz de la vocación, y haz que las familias cristianas quieran distinguirse en dar a tu Iglesia los cooperadores y las cooperadoras del mañana. Amén.