“No escuchan ni a Juan ni al Hijo del hombre”
(Mt 11, 16-19)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
El don de la Palaba en este día nos acompaña con la certeza de la luz, propia de la fiesta que hoy celebramos en el ritmo de la liturgia de adviento. Es muy difícil motivar los corazones embotados, las personas sin ilusiones, colocar esperanza donde se han perdido porque parece imposible. Precisamente eso es lo que sucede cuando el evangelio afirma: “hemos tocado la flauta, y no han bailado; les hemos entonado lamentaciones, y no han llorado”, es decir, se ha hecho de todo y no se ha despertado el entusiasmo del corazón. Así, sucedió con el anuncio de Juan Bautista, quien a través de su testimonio de vida, dio ejemplo de austeridad, pero nadie lo escuchó porque en medio de las cegueras de la vida se consideró su entrega, su anuncio, su mensaje excesivo e incluso loco por la forma que vivía. Sin embargo, está situación no fue solo para el Bautista, también la vivió Jesús, es decir, el “Hijo del Hombre”, de quien se afirmaba todo lo contrario porque comía y bebía, “amigo de publicanos y pecadores”. Dónde no hay disposición, donde los colores de la vida no dan para pintar la obra no es posible fecundar, sembrar, incluso no se está dispuesto para seguir el camino, porque cuando el corazón y el ser de la persona se disponen hay fecundidad, apertura. Aún en la más recia adversidad hay disposición, se da fruto y no se marchita como canta el salmista. No es fácil en el camino de la vida mantener esta disposición cuando las circunstancias del mundo nos desbordan hacia el absurdo, y aún más cuando las corrientes consumistas colocan con inmediatez todo a disposición para que sea saciado dejando un vacío de profunda inconformidad, es decir, tocaron, bailaron y entonaron y nada nos sació.
Reflexionemos: ¿Qué formas de vida me absorben y enceguecen? ¿Qué realidades es preciso podar e incluso cortar de raíz?
Oremos: Ven, Señor Jesús, e ilumina con tu presencia las más diversas oscuridades de la humanidad hoy, oscuridades que adormecen el corazón y nublan la mirada; haznos descubrir el camino que nos conduce a ti. Amén.
Actuemos: Examinemos en la profundidad de nuestro corazón hacia dónde nos estamos dejando dirigir hoy desde nuestras realidades y condiciones posibles, y determinemos colocando nombre concreto a las insensateces propias de nuestra generación, sobre todo, aquellas que nos arrastran al consumismo, a permanecer conectados, al sin sentido.
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