“El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”
(Lc 19,1-10)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Con Zaqueo nos queda claro que Jesús vino por todos, pero de manera especial por los pecadores. En el corazón de Jesús cabemos todos.
A su deseo de querer ver a Jesús, se corresponde la actitud de Jesús que se detiene, levanta su mirada hacia encima del árbol y mirando a Zaqueo, lo invita a bajar y acto seguido, se autoinvita a su casa. Zaqueo busca sinceramente el encuentro con Jesús. Era publicano y por tanto estaba al servicio de los romanos. Sin embargo, ha escuchado hablar de Jesús, y por ello, quiere verlo. No importa que sea a lo lejos, pues de cerca teme a la multitud, pues su oficio no es querido por los habitantes del pueblo.
Con la llegada de Jesús a su casa, llega la salvación, ya que conversa con él, muestra interés por lo que es, lo transforma y lo libera. Así mismo, nosotros también podemos recibir en este día a Jesús en nuestra casa.
Preguntémonos: ¿Hay en mi corazón el deseo de conocer a Jesús sin quedarme postrado ante mis fragilidades humanas?
Oremos: Señor Jesús, yo también quiero recibirte en mi casa, abrirte las puertas de mi corazón para que habites en él para siempre. Ven, y ayúdame a transformar todo aquello que me impide seguirte con mayor libertad y darme de manera libre y desinteresada a los demás. Amén.
Reflexionemos: Zaqueo quería ver a Jesús, y se ingenia el cómo lograr su deseo, pero Jesús que ve y conoce nuestro corazón, va más allá. No solo permite que lo vea, sino que se autoinvita a su casa y esta presencia mueve a Zaqueo a la conversión.
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