“Vendrán de oriente y occidente, y se sentarán
a la mesa en el Reino de Dios”
(Lc 13, 22-30)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Jesús va de camino hacia Jerusalén. Su marcha no es la de un peregrino que sube al Templo para cumplir sus deberes religiosos. Según Lucas Jesús recorre ciudades y aldeas “enseñando”. Hay algo que necesita comunicar a aquellos lugares. Alguien le pregunta: “Señor son pocos los que se salvan”. Jesús les recuerda que Dios es un Padre bueno que ofrece la salvación.
Todos estamos invitados a acoger su perdón. Él les dijo: “Esfuércense en entrar por la puerta estrecha, porque les digo que muchos intentarán entrar y no podrán”. Entrar por la puerta estrecha es seguir a Jesús, aprender a vivir como Él, tomar su cruz y confiar en su Padre. Aquello que Jesús pide es un amor radical a Dios y al hermano. Por eso, su llamado es exigente, es una puerta siempre abierta. Nadie la puede cerrar. Solo nosotros si nos cerramos a su perdón.
Volviendo a la imagen de la puerta estrecha, Él sabe muy bien por cual puerta hemos de entrar, el tamaño por el cual cabemos nosotros, pues es Él quien nos da esa puerta. Recordemos la promesa de Jesús: “Yo soy la puerta; quien entra por mí se salvará” (Jn 10,9)
Preguntémonos: ¿Estamos dispuestos a recorrer el camino estrecho y a vivir los valores del Evangelio en nuestra sociedad actual?
Oremos: Señor, el camino es claro, pero siento que me falta fuerza para realmente querer recorrerlo. Dame un espíritu humilde para crecer en intimidad y cercanía contigo. Amén.
Actuemos: Jesús invita a sus discípulos a ser perseverantes en su vocación, a entrar por la “puerta estrecha”. Imagen que revela que su seguimiento no será fácil.
Recordemos: “Señor, ¿son pocos los que se salvarán?”. Él les dijo: “Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán”.
Profundicemos: ¿Qué me sugiere esta expresión: “entrar por la puerta estrecha?
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