“Rabbuni”, has que recobre la vista»
(Mc 10, 46-52)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
La Palabra de Dios de este domingo centra su atención en el precioso relato de la curación del ciego de Jericó. Jesús va de camino a Jerusalén y a su paso se presentan unas series de encuentros que impactan por el profundo mensaje mesiánico que ellos contienen. Marcos en este capítulo narra la milagrosa curación del ciego Bartimeo. Este relato está lleno de detalles que el evangelista coloca para enfatizar el acontecimiento mesiánico. Bartimeo que sentado a la orilla del camino, al escuchar que Jesús el Nazareno, se aproximaba comenzó a gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!”, reconociendo que el Mesías ya está entre nosotros y tiene como misión abrir los ojos al ciego, signo que se repite varias ocasiones en los evangelios. El ciego grita cada vez más fuerte y Jesús lo manda a llamar. Los que acompañaban al ciego lo animan para que se acerque a él. El diálogo es directo, breve: ¿“Qué quieres que haga por ti?”. “Maestro que pueda ver”. Jesús le devuelve la vista:“anda tu fe te ha curado”. La fe siempre es exigida por el Señor para que Él pueda actuar en las personas, una fe que nos lleva a descubrir en Jesús el Amor que Dios nos tiene.
La ceguera de Bartimeo hoy representa la ceguera de tantos que se hacen incapaces de ver la presencia del Señor en el mundo, quedándose en la oscuridad, del pecado.
Víctor Hugo, afirma: “la visión y la contemplación es una mirada intensa, que a la fuerza de mirar la sombra acaba por hacer que se produzca la claridad”. Miremos la vida con la nueva mirada del ciego curado por el Maestro.
Preguntémonos: ¿somos capaces de acercarnos con humildad a las personas para conducirlos a la presencia del Señor?
Oremos: Señor, ábreme los ojos para que pueda seguirte por el camino del discipulado. Ayúdame a ver todo lo que me impide seguirte con mayor generosidad y alegría. Amén
Actuemos: Como a Bartimeo, Jesús nos pregunta a cada uno de nosotros ¿Qué quieres que haga por ti? Él conoce nuestras necesidades y carencias.
Recordemos: “Maestro, ¡que recobre la vista!”
Profundicemos: Todos podemos sentir la presencia de Dios, todos tenemos alguna necesidad.
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