“Quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado”
(Lc 10,13-16)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
En este Evangelio escuchamos a Jesús pronunciando un oráculo de lamentación en contra de algunos pueblos: Corozaín, Betsaida, Tiro y Sidón, que no han aceptado el mensaje de salvación del anuncio del Reino. Esto indica el gran dolor de Jesús ante la dureza del corazón de estos pueblos que no aceptan la conversión. La fuerza de estas palabras se puede identificar en la expresión: “En verdad les digo”, que presenta una sentencia en el momento del juicio final, y en la advertencia de las consecuencias que tendrán las ciudades que rechazan a los mensajeros, las cuales serán tratadas con más dureza que Sodoma. Lo que busca Jesús es que reaccionemos porque no quiere que nadie se pierda. Quienes escuchan a los mensajeros del Señor, lo acogen a Él mismo y al Padre que lo envió.
En la memoria de San francisco de Asís, pidamos por el crecimiento de nuestro compromiso como creyentes de la paz y por el cuidado de la casa común (Papa Francisco).
Preguntémonos: ¿Qué testimonio del Reino le estamos dando nosotros a quienes nos rodean en estos tiempos que vivimos?
Oremos: Señor, aviva en mí el espíritu de la escucha de tu Palabra, para que siempre este en comunión contigo y con el Padre. Amén.
Actuemos: ¿En qué ciudad me ubico mejor, en Tiro y Sidón o en Corozaín, Cafarnaúm y Betsaida? ¿Me he convertido al Señor? ¿Escucho a la Iglesia, escucho a Jesús, escucho a Dios?
Recordemos: “El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza a aquel que me envió”.
Profundicemos: “La verdadera enseñanza que transmitimos es lo que vivimos” (San Francisco de Asís).
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