“A Juan lo mandé decapitar yo”. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?
(Lc 9, 7-9)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
y en este día acojámosla en forma especial ya que, nos invita a contemplar a Jesús como esa persona que siempre está de camino sanando, y ha dado ese poder a los Doce para que también hagan lo mismo que Él. Anunciar los signos del Reino, para que todo el que tenga el corazón abierto a la gracia, pueda percibirlos y, de esta manera, acogerlo en su vida. Esto es lo que el rey Herodes ha escuchado de Jesús, pero su deseo de conocerlo, no es porque quiera saber quién es Él y, menos aún, para aceptarlo; sino más bien, porque lo ve como una amenaza para su trono. Hoy, nosotros también tenemos ganas de ver a Jesús. Queremos conocerlo y estar con Él.
Preguntémonos: ¿hemos dado gracias o no, al Señor por haber entrado en nuestra vida, por irrumpir en la historia humana y haber cambiado el destino de la humanidad?
Oremos: Señor Jesús, también yo deseo verte y conocerte más de cerca, estar a tu lado y caminar contigo. Ayúdame a cultivar este gran anhelo y a esforzarme por vivir con mayor autenticidad mi bautismo. Que sea tu mano la que haga crecer y madurar la semilla de la fe que ha sido sembrada en mi corazón. Amén.
Actuemos: bien y con la certeza de saber que solo Jesús, el Hijo de Dios, tiene Palabras de vida eterna. Él es nuestro Señor y Salvador.
Recordemos: que estamos en la vida para alabar a Dios y darle a Él, toda honra y gloria.
Profundicemos: “Y tenía ganas de verlo”, para que también en nosotros, se despierten este deseo de verlo, buscarlo, conocerlo para amarlo más y seguirlo mejor.
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