“Los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar a los enfermos”
(Lc 9,1-6)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
y que sea el Espíritu Santo quien nos permita entrar en lo profundo del mensaje que hoy nos regala el evangelista Lucas. Parece bien significativo cómo Jesús confía su misión a los Doce, y para ello, les da “poder y autoridad” especialmente para dos cosas: Sanar y someter los demonios.
En la cultura judía, todo mal al que no le encontraban una explicación física, era visto como posesión del demonio, es decir, como algo que dividía a la persona. Se puede afirmar que fueron enviados a sanar no solo el cuerpo, sino el alma de todos aquellos que encontraran por el camino. Lo principal es que ellos, no olvidaran en Nombre de quién, y por el poder de quién, han sido enviados. Y es que la proclamación del Evangelio debe estar acompañada por signos de vida que permitan reconocer a Aquel que actúa, en y a través de nosotros.
Preguntémonos: ¿Cómo es el testimonio que damos del amor que sentimos por parte de Dios?
Oremos: Padre Celestial, gracias porque tú Palabra es luz para mis pasos y fuerza ante las tentaciones que diariamente se me presentan. Permíteme experimentarla y proclamarla con mi vida, siendo más solidario y amable con quien más lo necesita. Amén.
Actuemos: siendo personas más concretas, solidarias y amables.
Recordemos: que hoy la invitación es a sanar almas y los cuerpos desde el amor, con gestos de buen trato, justicia, paz y concordia, de manera especial con quienes tenemos a nuestro lado.
Profundicemos: en las palabras o en los gestos que en este día llegan más a nuestra vida, y nos motivan a dar lo mejor de nosotros mismos. Que el Espíritu Santo nos ilumine y nos fortalezca.
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