“Es necesario que evangelice también a las otras ciudades, pues para esto he sido enviado”
(Lc 4, 38-44)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
En el evangelio de hoy, encontramos los deseos más profundos del corazón del Señor: sanar, servir y predicar. Cuando en realidad somos oyentes de la Palabra, entendemos el verdadero significado de nuestra identidad en Dios que nos permite descubrir quiénes somos ante Él y ante las otras personas. En ese sentido, Dios nos invita a ir más allá de nuestra estrechez mental para abrirnos a su gracia, que poco a poco va sanando, orientando y alimentando nuestra vida, tocando e iluminando tantas realidades que muchas veces nos cuesta asumir. Tomemos conciencia de que solo somos servidores, facilitadores o administradores suyos; por lo tanto, no permitamos que nuestro egoísmo ponga obstáculos a la Palabra de Dios que viene a sanarnos de nuestras enfermedades físicas, mentales y espirituales. Por ello nuestra misión como cristianos tiene su máximo ejemplo en Jesús.
Preguntémonos: ¿Cuál es el sentimiento que descubro en mi interior cada vez que logro servirle o ayudarle a alguien? ¿Con frecuencia agradezco a Dios todo por toso lo que vivo y me da?
Oremos: Señor Jesús, ayúdame a ser como tú, servicial, disponible y agradecer a Dios por todas sus bendiciones. Amén. .
Actuemos: Con mayor flexibilidad, sabiendo que somos humanos y nos podemos equivocar, tratemos a las otras personas como queremos que ellas nos traten.
Recordemos: Que quien no vive para servir, no sirve para vivir pero puede replantear su existencia cuando descubre que Dios lo ama pese a ser como es, ya que para Dios todo es posible.
Profundicemos: volviendo sobre la lectura de Lucas 4, 38-44 y acojamos de corazón el llamado a dejar de lado nuestro egoísmo, para dar de lo mejor que hay en nosotros.
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