22 de agosto 2024

“A todos los que encuentren, llámenlos a la boda”

(Mt 22, 1-14

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

Queridos amigos, como Iglesia hoy celebramos la memoria de la Bienaventurada Virgen María, en su invocación de Reina. Esta fiesta fue instituida por el papa Pío X en el año de 1954, quien  dijo que María es Reina más que cualquier otra criatura por la elevación de su alma y por la excelencia de los dones recibidos. Ella no cesa de dispensar todos los tesoros de su amor y de sus cuidados a la humanidad. A ella le confiamos nuestro peregrinar para que interceda por nosotros ante su amado hijo, Jesucristo. 

Y en el contexto de esta memoria, la liturgia nos trae un relato cargado de detalles que nos permiten leer nuestra vida en relación con Dios. El Evangelio nos presenta a Jesús que les habla a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, a través de una parábola: “El Reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo; mandó a sus criados para que llamaran a los convidados, pero no quisieron ir”.

En los detalles encontramos:

1° al Rey, que representa a Dios.

2° Dios nos hace una invitación o un anuncio: el banque está listo. Vengan a la boda. Vengan a la fiesta de la vida

3° El rechazo de aquellos que se niegan al don de Dios, porque para ellos priman sus intereses personales, a las iniciativas divinas, esto traerá consigo sus consecuencias: El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad”.

4° La llamada de Dios es gratuita y está abierta para todos y contando con sus intermediarios hace presente su pasión por compartir su don con todos los seres humanos: Vayan ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encuentren, llámenlos a la boda’. Dios no pone barreras, ni hace distinción, en la fiesta de la vida participamos todos; malos y buenos. Pero debemos ser conscientes que, para entrar en la presencia de Dios, se necesita disponibilidad del corazón.

“Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: ‘Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda?’. El otro no abrió la boca”. A veces nuestro corazón obstinado nos hace perder la gracia del don recibido. Llevar el traje adecuado es empeñarnos en el trabajo espiritual de manera responsable y sentir el gozo de la amistad con Dios.

 

Preguntémonos: ¿Estoy dispuesto a renunciar a algo que para mí es importante, para responder a una obra de misericordia como invitación del Señor?

       

Oremos: Querida y tierna madre María a ti confío mi vida. Ayúdame a tener un corazón generoso, firme en la fe para acoger el proyecto de Dios sin dudas ni temores. Amén

 

Actuemos: Agradeceré a Dios cada día por el regalo de la vida al despertar, y al concluir mi jornada.       

         

Recordemos: “Muchos son los llamados, pero pocos los escogidos”.

 

Profundicemos: ‘El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo’. Dios Padre celebró las bodas a su propio Hijo cuando unió a este con la humanidad en el vientre de la Virgen” (San Gregorio Magno).

 

 

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