“Esto es mi Cuerpo”. “Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi Sangre”
(Lc 22, 14-20)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Jesús de Nazaret fue fiel al proyecto del Padre hasta el final, y nos ha legado este ejemplo a todas las generaciones. Los gestos y palabras que empleó en su última cena reflejan que interpretó su muerte como la culminación del plan de salvación que le encomendó el Padre. Él intuía que su muerte violenta era inminente. Con la cena pascual quiso expresar el significado que tendría ese acontecimiento: Él entregaba su vida para que el mundo tenga vida abundante. Jesucristo es Sumo y Eterno Sacerdote que instituye el sacerdocio y la Eucaristía. Al despedirse Él, también promete su presencia viva, poniendo en manos de los Doce al Espíritu Santo que hará realidad el misterio de la Eucaristía. Demos gracias al Señor por cada sacerdote que hace posible, por medio del Espíritu, la presencia viva de Jesucristo.
Tomado de: La Palabra, Pan de vida. Comentario al Evangelio diario 2024, Paulinas – Comentarios: Raúl Enrique Castro Chambi, S.J. y Carlos Cardó, S.J.
Preguntemos: ¿Cumplo el mandamiento del amor dándome a los demás? ¿Cómo vivo mi vida como pan y vino que se parte y se comparte? ¿A qué me siento llamado o llamada desde esta instauración Sacerdotal que Jesús nos ha dejado como herencia?
Oremos: Corazón de Jesús, tú no llamas a ser solo Templo, sino el altar divino de amor para nuestros hermanos. Ayúdanos a ofrecernos continuamente en tu amor infinito y ser parte del fuego abrasador de tu corazón. Amén.
Actuemos: ¿Somos capaces de inaugurar un sacerdocio nuevo como el de Jesús? ¿De qué manera cultivamos la Palabra de Cristo Jesús en lo más profundo del corazón?
Recordemos: Ser sacerdotes es tener nuestra mirada puesta en aquel de quien proviene nuestra vida y ministerio, es caminar con el misterio del Padre unificado en el Hijo y es llenarnos de su presencia divina, en nuestra vida cotidiana.
Profundicemos: Señor, haz que tu sacrificio y testimonio de amor sea glorificado profundamente en nuestro interior, que podamos ser luz del mundo y alimento de vida.
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