“Este discípulo es el que escribió estas cosas, y su testimonio es verdadero”
(Jn 21, 20-25)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
La respuesta de Jesús a Pedro que le interroga sobre la vida de Juan, esa respuesta es casi grosera: “A ti qué te importa eso, tú, en cambio, ¡sígueme!”. Mejor dicho, no pierdas tu tiempo pensando en lo secundario, metiéndote en la vida de los otros, averiguando lo que no te incumbe. En lugar de eso, consagra tus energías a seguirme, a amarme. Además, a fuerza de pensar en lo que se dice o no se dice de los otros, se crean malas interpretaciones sobre los otros que se extienden como el fuego en la paja, es una inútil pérdida de tiempo y de energía. Hay que dedicarse a lo esencial, así como el apóstol y evangelista san Juan, que hubiera podido contar mil cosas sobre la vida de Cristo, pero escribió lo que, inspirado por Dios, era más útil a la fe de sus lectores, contó lo más esencial para ayudar a los creyentes a crecer en la fe.
Reflexionemos: A veces nuestra mayor preocupación es controlar todo a nuestro alrededor, controlar la vida de los demás y esto no es lo más importante, así le responde Jesús a Pedro.
Oremos: Señor, danos la gracia de creer en ti y de consagrarnos al servicio de los hermanos. Amén.
Actuemos: Señor, hoy quiero dedicarme a lo esencial, amarte a ti y servir a mis hermanos, desde mi hogar, mi estudio, mi lugar de trabajo.
Recordemos: Jesús le contesta: “Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú, ¡sígueme!”.
Profundicemos: Que el Señor nos dé la sabiduría para discernir siempre lo esencial de lo superfluo, que nos de la prudencia para no querer controlarlo todo, pero sí, servir a todos con generosidad.
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