25 de febrero

“Este es mi Hijo, el amado”

(Mc 9, 2-10)

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

Marcos en el centro de su Evangelio presenta el relato de la Transfiguración como una muestra de la importancia de reconocer a Jesús como el verdadero Hijo de Dios, tema fundamental de su relato. Los signos que aparecen en la escena son una síntesis completa para entender la finalidad del Evangelio de Marcos del anuncio de “la Buena Nueva de Jesucristo”. De allí, que la presencia de Elías como representación de las profecías veterotestamentarias y Moisés como el gran legislador, son la evidencia de cómo en Jesucristo Dios tiene su máxima revelación.

El mensaje de la Palabra de Dios de este segundo domingo de Cuaresma contiene dos grandes mensajes: el primero está relacionado con la vocación o llamado que Dios le hace a Abrahán; la segunda parte está centrada en el relato de la Transfiguración del Señor en el que hay una manifestación que reafirmará en los apóstoles la solidez de su vocación al seguir a Jesús revelado como el verdadero Hijo de Dios. Escuchar estos relatos, en el contexto de Cuaresma, es un camino para comprender que disponernos a vivir la Pascua es una oportunidad para tener una experiencia profunda de encuentro con Jesús.

El Papa Francisco define la Transfiguración como “un signo concreto del amor de Dios”. Por ello nos insta a que “subamos a la montaña en oración; oración silenciosa, oración del corazón, oración, siempre buscando al Señor”.

 

Oremos: Señor, dame la gracia de vivir cada día como transfigurado para que pueda mostrar que tú me amas y que estás dispuesto a restaurar lo que está perdido en mi vida. Te pido, humildemente, la luz y la fuerza de tu Espíritu Santo que pueden transfigurar esta meditación en un auténtico momento de contemplación. Amén.

 

Actuemos: Vivir iluminados por la transfiguración es dejarnos cautivar por Jesús quien en la montaña del encuentro se muestra con el Dios y Mesías verdadero que se estaba esperando.

 

Recordemos: “El camino de Jesús siempre nos lleva a la felicidad, habrá en medio una cruz o las pruebas, pero al final nos lleva siempre a la felicidad. Jesús no nos engaña. Nos prometió la felicidad y nos la dará si seguimos su camino” (Papa Francisco).

 

Profundicemos: “Este es mi Hijo amado; escúchenlo”. Nuestra vocación se concreta en la manera en que afinamos los oídos a la escucha del Hijo amado, es decir aprender a discernir; somos llamados y vocacionados a escuchar a Dios en la vida cotidiana.

 

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