“Sígueme”. Él se levantó y lo siguió
(Mt 9, 9-13)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Queridos amigos, hoy nos encontramos con un texto muy lindo en el que se narra la vocación de Mateo, quien hace parte del grupo de los doce discípulos escogidos por Jesús. Mateo en hebreo, significa “don de Dios” El Evangelio comienza diciéndonos: “en aquel tiempo, vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Mateo, que en el Evangelio de Marcos es llamado – Leví – es un publicano, un hombre de muy mala fama por su oficio de servidor a una autoridad extranjera (Roma). Era considerado un pecador público, porque a los recaudadores se les tachaba de ladrones, usureros e injustos. Y es precisamente a éste hombre con tal condición, en quien Jesús fija su mirada y lo acoge como parte de sus íntimos amigos, concediéndole experimentar el amor y la misericordia de Dios. A ésta invitación Mateo no da espera: “Él se levantó y lo siguió”. Hoy Jesús nos enseña que la misericordia de Dios está abierta para todos, que Él ha venido para quedarse a nuestro lado, para compartir la mesa, entrar en la casa, compartir en la intimidad con quien lo quiera invitar, y también con quien acepte su presencia: “No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. La medicina es el amor, es el perdón.
Reflexionemos: ¿A ejemplo de Mateo que escucho la voz del Señor, estoy dispuesto a levantarme y ponerme en camino dejando los apegos materiales para servir a Dios? Toda vocación se confirma en un gesto de amor.
Oremos: Tu misericordia Señor es infinita, concédeme la gracia de acogerla sin ponerte condiciones ni pedirte espera. Amén.
Actuemos: Hoy, es una buena oportunidad para realizar el sacramento de la reconciliación.
Recordemos: Anden, aprendan lo que significa ‘misericordia quiero y no sacrificios’: que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.
Profundicemos: Ya no tenemos el Evangelio escrito por san Mateo en hebreo o arameo, pero en el Evangelio griego que nos ha llegado seguimos escuchando todavía, en cierto sentido, la voz persuasiva del publicano Mateo que, al convertirse en Apóstol, sigue anunciándonos la misericordia salvadora de Dios. (Papa Benedicto XVI)
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