“Como has sido fiel en lo poco, entra en el gozo de tu Señor”
(Mt 25, 14-30)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Queridos amigos, hemos iniciado el mes de septiembre, un tiempo bello en el que la Iglesia nos invita a acoger y profundizar la Palabra de Dios con una atención particular. El Evangelio de hoy, dando continuidad al que meditábamos el día de ayer, sigue poniendo ante nuestros ojos el horizonte hacia la meta final, realidad a la que todos llegaremos, ya que nuestra peregrinación por este mundo tiene un límite. Nuestro destino es el cielo, donde daremos cuenta de los frutos de nuestro amor. Nos dice Mateo que: “Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus siervos y los dejó al cargo de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó”. Es lo que ha hecho Cristo, que después de una vida terrena, ha abrazado el madero de la cruz para demostrarnos cuán grande es su amor y al volver al Padre nos ha concedido el don de su Santo Espíritu, encomendándonos una misión particular. Cuidar sus bienes, cuidar y defender la vida. En la diversidad, estamos llamados a hacer presente y fecunda nuestra capacidad de amar.
Reflexionemos: ¿Se dar amor en todo lo que hago o me dejo llevar por el miedo, el conformismo y hago estéril los dones que el Señor me ha confiado? Amar a Dios, es amarme y acoger mi existencia como un don abierto a la caridad con los hermano.
Oremos: Espíritu Santo, abre mi corazón a la bondad y a la misericordia para encontrar el gozo de compartir el milagro de existir. Amén.
Actuemos: Practicar la caridad es encontrar la propia felicidad.
Recordemos: “Quítenle el talento y dénselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene”.
Profundicemos: Cuando nos acostumbramos a dar lo mínimo, a dejar pasar el tiempo o vivir mediocremente bajo la ley del menor esfuerzo, estamos sepultando los dones y talentos que generosamente el Señor nos ha confiado.
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