6 de agosto

“Su rostro se puso brillante como el sol”

(Mt 17, 1-9)

 

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

Hoy la Iglesia Celebra la fiesta litúrgica de la Transfiguración del Señor. Permitamos que la Palabra de Dios nos muestre el camino seguro para seguir cada día buscando a Jesús y que sea Él quien llene nuestros corazones y le dé sentido a nuestra vida.
Jesús sube la montaña con tres de sus discípulos, y el relato de san Mateo nos deja claro que fue Jesús quien los llamó: “Llamó Jesús a Pedro a Santiago y a Juan…” Ellos fueron elegidos entre los Doce para ser testigos de la revelación de la gloria de Dios, como también del momento de mayor angustia y tristeza de Jesús en los momentos previos de su pasión. El relato está cargado de muchos recuerdos bíblicos del Antiguo Testamento que confirman la misión salvífica de Jesús al emprender el camino hacia Jerusalén.


La revelación de la transfiguración de Jesús nos deja ver a Dios que es fiel y mantiene sus promesas a lo largo de la historia salvífica y nos lo hace conocer a través de su Hijo amado.

 

Reflexionemos: ¿Cuándo y de qué manera he escuchado la voz de Dios? ¿Sé reconocer la presencia de Jesús Maestro en mis luchas, alegrías tristezas y dificultades?

 

Oremos: Señor, Jesús, que nuestros corazones siempre reconozcan que eres el Hijo amado del Padre en quien Él se complace. Míranos con ojos de amor, ternura y misericordia. Haz brillar tu rostro en nosotros, para que como tú también nos sintamos hijos amados del Padre. Amén.

 

Actuemos:  En muchos momentos de nuestra vida experimentamos la gran necesidad que Jesús se  transfigure y cobre nuevo rostro en nuestra existencia.

Dejemos que sea Él quien se acerque a nosotros, toque nuestros temores,  problemas e incertidumbres y los transforme con su presencia.

 

Recordemos: Pedro, Santiago y Juan vivieron una experiencia de fe en un monte alto y allí sintieron la Gloria de Dios. Que nuestros momentos de encuentro en la oración con el Maestro se transformen en espacios de vida que iluminan lo cotidiano de nuestra existencia.

 

Profundicemos: Entonces se oyó una voz que salía de la nube y decía: “Este es mi hijo muy querido, en quien tengo mi complacencia, escúchenlo…”

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