4 de septiembre

Escucha La Palabra de Dios para cada día

 

Primera Lectura

Lectura de la Primera Carta del apóstol san Pablo a los Corintios 3, 1-9

omo a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Por eso, en vez de alimento sólido, les di a beber leche, pues todavía no estaban para más. Aunque tampoco lo están ahora, pues siguen siendo carnales. En efecto, mientras haya entre ustedes envidias y contiendas, ¿no es que siguen siendo carnales y que se comportan al modo humano? Pues si uno dice “yo soy de Pablo” y otro, “yo de Apolo”, ¿no se comportan al modo humano? En definitiva, ¿qué es Apolo y qué es Pablo? Servidores a través de los cuales ustedes accedieron a la fe, y cada uno de ellos como el Señor le dio a entender. Yo planté, Apolo regó, pero fue Dios quien hizo crecer; de modo que, ni el que planta es nada, ni tampoco el que riega; sino Dios, que hace crecer. El que planta y el que riega son una misma cosa, si bien cada uno recibirá el salario según lo que haya trabajado. Nosotros somos colaboradores de Dios y ustedes, campo de Dios, edificio de Dios.

L: Palabra de Dios

T: Te alabamos, Señor

 

Salmo responsorial 32, 12-15. 20-21

R. Dichoso el pueblo que Dios se escogió como heredad.

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que Él se escogió como heredad. El Señor mira desde el cielo, se fija en todos los hombres / R.
Desde su morada observa a todos los habitantes de la tierra: Él modeló cada corazón y comprende todas sus acciones / R.
Nosotros esperamos en el Señor: Él es nuestro auxilio y escudo; con Él se alegra nuestro corazón, en su santo nombre confiamos / R

Aclamación antes del Evangelio (Lc 4, 18)

“El Señor me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad”.

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 4, 38-44

“Es necesario que evangelice también a las otras ciudades, pues para esto he sido enviado”

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le rogaron por ella. Él, inclinándose sobre ella, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose enseguida, se puso a servirles. Al ponerse el sol, todos cuantos tenían enfermos con diversas dolencias se los llevaban, y Él, imponiendo las manos sobre cada uno, los iba curando. De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban y decían: “Tú eres el Hijo de Dios”. Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que Él era el Mesías. Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar desierto. La gente lo andaba buscando y, llegando donde estaba, intentaban retenerlo para que no se separara de ellos. Pero Él les dijo: “Es necesario que proclame el Reino de Dios también a las otras ciudades, pues para esto he sido enviado”. Y predicaba en las sinagogas de Judea.

S: Palabra del Señor                                     

T: Gloria a ti, Señor Jesús

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