“Agarrando la Hijo amado, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña”
(Marcos 12, 1-12)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
La viña es el Pueblo de Dios, el dueño de la viña es el mismo Dios. Los viñadores son los jefes del pueblo, los profetas, y los frutos de la viña son la fidelidad a la alianza con Yahvé. El Hijo amado es el heredero, el Señor Jesús, que será sacrificado y los otros son los extranjeros a los que les será entregada la viña. Esta parábola cristológica, nos enseña como en Jesús se juega la historia de la humanidad. Jesús cita el canto de la viña de Isaías 5, 1-7. En ella se nos revela el amor incondicional de Dios a su viña, a cada uno de nosotros su pueblo escogido. Pero también revela nuestra infidelidad a este amor, por ello no se producen buenos frutos. El llamado es a que demos buenos frutos de: amor, justicia, solidaridad, libertad.
Reflexionemos: El dueño de la viña Dios es siempre fiel, nos ama ilimitadamente, siempre, con locura, pero nosotros su pueblo, le correspondemos con maldad, con dureza de corazón, con división y falta de perdón.
Oremos: Padre bueno, dame el don de sabiduría, para comprender que tú eres fiel, y que nos amas tanto que no dudaste en darnos a tu propio Hijo para que nos revelara tu verdadero rostro. Amén.
Actuemos: Hoy hare un examen de conciencia, me pregunto ¿Cómo es mi fidelidad hacia Dios y hacia mis hermanos, soy honesto, justo, libre Opto por hacer siempre el bien?
Recordemos: Y Jesús añadió: « ¿No han leído el pasaje de la Escritura que dice: La piedra que rechazaron los constructores, ha llegado a ser la piedra principal del edificio?. Esta es la obra del Señor, y nos dejó maravillados»
Profundicemos: Jesús nos enseña en esta parábola el proyecto de Dios con la humanidad, amarla, cuidarla, protegerla, así ella no le corresponda a este inmenso amor.