“Mi casa será casa de oración para todos los pueblos”
(Marcos 11, 11-26 )
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Las dos escenas de la higuera y del templo tienen un significado único. La higuera, como la viña, simboliza a Israel y en el a cada uno de nosotros como pueblo de Dios. Jesús se acerca a la higuera para recoger sus frutos, su misma hambre nos habla de algo más profundo, su ansia y decisión para llegar a la cosecha, para eso ha venido. Jesús en la higuera no encuentra frutos, solo hojas, así mismo cada uno de nosotros debe estar cargado de frutos y siempre, es decir de obras buenas, pues el Señor llega a cualquier hora. Algo similar sucede con el templo, Dios no quiere una religiosidad exterior o de labios para afuera, el purifica el templo, también purifica nuestro templo interior, porque él quiere misericordia, perdón, solidaridad y no ritos exteriores. Recordemos que la autenticidad de fe y la oración se mide por los frutos.
Reflexionemos: Jesucristo es el nuevo templo, él es el lugar del encuentro del Dios fiel con cada uno de nosotros, él es la casa de oración escuchada, el Dios con nosotros, es el mediador que entrega al Espíritu Santo.
Oremos: Maestro bueno, concédeme el don de la conversión, quiero y deseo cambiar, ayúdame a volver mi mirada y mi ser hacia ti que eres el templo del Dios vivo. Amén.
Actuemos: Señor Jesús, en este día, quiero sacar un tiempo físico para dialogar contigo, para orar, para revisar que frutos estoy dando en medio de tu pueblo, en medio de mi gente.
Recordemos: Dijo Jesús: Mi casa será casa de oración para todos los pueblos.
Profundicemos: El llamado de hoy es a convertirse y a creer en el evangelio, a volver la mirada a Jesús, para poder dar frutos y para poder adorarlo en Espíritu y en verdad.