«María dijo: proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador»
(Lc 1, 46)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Celebramos con profunda alegría la visita de la Virgen María a su prima Isabel. Contemplemos a esta joven virgen que consciente de llevar en su seno al Hijo del Altísimo, y sabiendo que su prima anciana también ha sido visitada por Dios, sale de prisa hacia Aikaren para compartir con ella su experiencia inaudita.
Es bello ver a María, que como Nueva Arca de la Alianza, recorre los caminos de Judea llevando en sí, no las tablas de la Ley, sino al Hijo de Dios hecho hombre, que anhela encontrar al precursor para llenarlo de su Espíritu. Las madres participan en este encuentro gozoso y cada una a su manera proclama las grandezas del Señor.
A Isabel le es revelado el Misterio incomparable de la encarnación de Dios y exalta a María por su fe y su Sí generoso: Bendita tu que has creído oh Madre del Señor! Y María exalta a Dios por las maravillas que sabe realizar en los humildes: “proclama mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu exulta en Dos mi salvador”.
Reflexionemos: ¿Qué deja en mi corazón este modo admirable del actuar de Dios? ¡Gracias Señor porque a través de Espíritu cambias el rumbo de la historia!
Oremos: Gracias, Padre, por el don inefable de la encarnación de tu unigénito; gracias por haber elegido a María, como madre suya. Y gracias a ti María por tu humilde y genero “si” al querer de Dios, ayúdanos a aceptar la voluntad de Dios como has hecho tú. Amén.